Canto

1. Otros canten a la noble flor, al armónico canto de los pájaros, al deseado abrazo, "a la sombra de las.muchachas en flor", al descanso permanente. Qué bien. He gozado de esas lecturas. Me han sublimado. Y he utilizado esos versos con dedicatoria. Pero yo canto al puño de indignación que se levanta, a la luminosa esperanza por un mundo mejor. Sigue tú en las prisas. En ese consumo bárbaro. En ese desear en espera de la Navidad y mirar con horror el nuevo cumpleaños. Yo canto a la resistencia. 

2. La belleza es este abismo para alentar el vuelo. Para iniciar en la nada como punto de partida. En ese paso damos rumbo al movimiento. Por eso canto, porque  sé que la mirada se acomoda mejor en las llamativas luces del escenario, en las del mercado. Y se es indiferente ante los anónimos y desterrados. Ese es nuestro destino no deseado. Si entrecierras los ojos mirarás más lejos. Si los cierras completamente te mirarás a ti mismo, y encontrarás lo que realmente cargas en tu interior: cuitas, anhelos, esperanza. Por eso canto.

3. Yo canto a las hormigas en esa hilera por donde van, ciertas, seguras en su empeño.  Allí vamos, instintivos, con y como ellas. La carcoma va en su rito de paso devorando madera. Les cierras el paso y vuelven. Las incendias y vuelven. Así vamos, también, como ellas. Yo no canto la violencia. Sí al instinto que humedece y a la armonía que construye la palabra.

4. Yo canto a la oscuridad más densa. Allí esta nuestro pensamiento abriéndose paso. Entre digo la verdad y miento. Y en la bóveda celeste, a lo oscuro impresionante, se impone la luz de las estrellas. Pequeñitas a la vista. Indiferentes al tacto. Yo no canto a quienes se mueven en el escenario bajo el control de las luces. Sino a los anónimos de las butacas, que en la oscuridad ríen y lloran con la obra representada. Ellos tienen la casa, el trabajo y la calle como escenario. A ellos canto.

5. Canto a los poetas anónimos. A los que desgraciados escriben en pocilgas de vecindario. Cuartos pequeños. Casa en el calmo campo. Y ríen, bohemios, como locos en las cervecerías del barrio. No romantizo lo marginal, el hambre ni el olor de los baños de cantina. Solo que la vida está en todas partes. Los sueños son del hombre, y a esos sueños siguen los pasos. Ellos no se promueven en antologías del olvido. Ellos escriben en hojas simples que luego se utiliza para envolver pescado. Y una día más temprano que tarde se bajan, sin despedirse, del escenario de la vida. Y los descubren y comen los patos, los gansos y los perros.

6. Otros canten la memoria de las guerras que dirigen miserables, con sus odas de medallas al mérito por los muertos acribillados. Las balas zumban de un lado a otro. Se escucha el estruendo de las bombas. Y sobre la sangre derramada se alza el general que no estuvo en las batallas, y recibe el laurel del triunfo y en los discursos los halagos. Una madre, una novia o esposa, recibe el telegrama de la muerte, del hijo, novio, esposo o hermano. Y le entregan medalla post mortem, y las instrucciones para el trámite de la pensión como beneficiarias.

7.  Yo canto al maestro y a la maestra rural. Aquellos que transitan por caminos de polvo y lodo, que suben y bajan cuestas, a pie, en caballo, en bicicleta, o en viejos camiones oxidados. Les canto a ellos como la sonrisa de los niños y niñas, y el agradecimiento de campesinos y campesinas que ponen la esperanza en el aprendizaje del alfabeto de sus hijas e hijas. Primeros las vocales. Y luego con las consonantes aprenden a escribir y leer, papá, mamá, tierra, machete, casa, maíz y campo. Se les va revelando en signos escritos o dibujados en hoja de cuaderno, lo que les rodea en lo cotidiano. Allí aparecerán luego de escucharlo, el canto de los pájaros, la risa de los amigos, la triste lágrima del hambre.

8. Yo canto al desempleado que camina por horas tocando puertas para conseguir un trabajo. Y al que lo consigue para utilizar sus manos, mano de obra, obra de mano, con salarios dobles, aunque igual de baratos. Le alimentarán soles, pesos o quetzales, para mantener cada vez menos, su energía y fuerza. Decir basta no puede, ni sabe. Tiene hijos para alimentar. Y de sol casi a sol entra a una fábrica, baja a la mina, lo quema el calor del campo. Le canto a su sonrisa en el rostro macilento. Le canto a su voz de sábado cuando entona cantos.

9. Le canto a la madera que sirva menos para cerco, más para casa, instrumentos musicales, cuchara y platos. Venga a escuchar la marimba, la guitarra, la mandolina o el bajo. Venga a comer un caldo de pollo o res. A tomar un café, en estas tazas, cuenco, que saqué del árbol. He visto arte develado en madera, un caballo, una águila, un rostro amable de anciano, con sus arrugas, como reales. A estos hombres que trabajan la madera, canto. Me invitan un café, me invitan a fumar cigarro.

10. Cierto, también le canto a los pájaros. A los que andan entre los árboles, y no olvido con dolor y tristeza a los que tienen en las jaulas, apresados. ¿Qué delito cometieron? Ninguno. El hombre no sabe lo que es, no sabe lo que tiene, ni sabe a qué ha venido. Insensato. También le canto a las flores. A los miradas, a los besos y abrazos. Y a la belleza inmaculada de la página en blanco.

11. El águila parado en un risco, mira ante sí el amplio vacío del paisaje. Y de pronto salta y planea entre el verdor del campo. Como dice el poeta, "el pájaro canta aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas". Cantemos. Canto.

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