Rutinarios somos
1. ¡Buenos días! La respuesta: ¡Buenos días! Qué alegría la vida. Amaneció muy rápido. Y el gallo no cantó hoy. Se durmió. Es verdad. Ya tiene días que no canta. ¿te acuerdas del almuerzo del otro día, cuando tu cumpleaños? Sí. Pues era el gallo. Ah, bien. Por eso no canta más. Pero no me avisaron que era él. Ni te acordaste de su canto cuando lo comías.
2. Ya hace semanas que caminaba. Ahora ando en mis semanas sabáticas. Qué bien. En esas ocasiones cargaba un reloj de esos que cuentan los pasos. Y que registran la ruta. Al final miras la cantidad de pasos que diste, pero también el dibujo del recorrido: un galimatías. Recorría el mismo perímetro. Salvo las veces que amenazaba a lo lejos un perro, le sacaba la vuelta. Y en el dibujo del recorrido aparece ese cambio por el temor a una mordida.
3. Sería bueno revisar ese dibujo del registro de nuestro recorrido en una semana, en un mes y en un año. Y ver los desvíos en la ruta. De seguro aparecerá la rutina del recorrido del trabajo: las mismas calles. Predecible todo, hasta la ida a la iglesia o templo, los fines de semana, al parque, al cine, si acaso. Sería bueno revisar esa ruta rutinaria. Y ver que somos demasiado predecibles.
4. ¿Somos predecibles en todo? En casi todo. Por eso es necesario reflexionar. Nuestro cerebro se ha acostumbrado a las rutinas, que poco a poco y al final de cuentas, lo dañan, lo petrifican. Se convierte en un cerebro rutinario, y manda las órdenes a todo nuestro cuerpo para que realice las actividades de siempre. Como si preguntara al despertar ¿lo de siempre? Y el cuerpo al unísono le respondiera ue sí, que como siempre.
5. A la hora de desayunar y comer, si es en casa, ocupamos el mismo lugar en el comedor. A la hora de bañarnos, nos quitamos la ropa, empezando por la misma prenda y entonamos la misma canción. Luego abrimos la regadera. El pie que metemos primero es el mismo, sea el izquierdo o el derecho. Y empezamos la enjabonada en el mismo lugar para terminar en la que siempre terminamos. Y la toalla empieza el recorrido del rito de secarnos siempre por el mimo lugar. Y ya no sigo lo demás que hacemos, que de alguna manera es repetir las mismas rutinas.
6. Es curioso, pero cuando nos encontramos con alguien, los saludos son siempre los mismos. Yo tengo un amigo a quien conozco desde hace más de cuarenta años. Y lo mismo me recuerda siempre luego del saludo. "¿Te acuerdas cuando nos robamos una gallina?" Aclaro, "ellos" es su nosotros. Esa medianoche llegaron en un auto. Venían de un municipio cercano. Nosotros (este sí me incluye) estábamos dormidos. Y nos despertaron. Como amigos, les abrimos la puerta. llevaban una gallina. Y les autorizamos que utilizaran la cocina para que la prepararan. Cuando nos encontramos siempre me recuerda esa anécdota.
7. Mi día es muy predecible. Lo recordaba ayer en el taller literario. Me despierto, y mi pensamiento me dice la maravilla de estar vivo. Luego voy al baño, siento el peso del liquido amarillo que expulso. Y de allí me enjuago la boca por el sabor a cobre mezcla con genciana. De allí enciendo la computadora para enfrentarme con la hoja blanca en pantalla. Una rutina. Son las horas más lindas de mi día. ¿Y ahora qué escribo? ¿Lo de ayer o lo de mañana? ¿Recuerdo el pasado, o especulo sobre el futuro? ¿Sobre los aranceles? ¿Sobre las investigaciones de un asesinato? ¿Sobre los versos de un poeta inventado? siempre la misma rutina de la mañana.
8. Rumbo a mi trabajo tomo la misma ruta. A esa hora Doña Juana está barriendo el frente de su casa. Nos saludamos alzando la misma mano (para mañana la saludaré con la otra, me digo y siempre se me olvida). También me digo que saldré por la otra avenida, en lugar de la Carlos Pellicer, por la José Goristiza. En este punto siempre recuerdo que las calles donde vivo tienen los nombres de escritores tabasqueños. Yo vivo en Ciprián Cabrera Jasso, que fue mi amigo, esquina con José Tiquet, a quien ví solo en una ocasión en un encuentro de escritores, en aquellos años de otra algarabía cultural. En fin las rutinas.
9. Sería bueno imaginar que hay un registro de la ruta que seguimos en nuestros pasos, y revisarla para reflexionar. Y que fuera la rutina del día, del mes, de los años. Y reflexionar si debemos hacer cambios. O si, rutinarios, estamos conformes con el recorrido que hacen nuestros pasos. Las mismas palabras en los saludos. Las mismas quejas por nuestros hábitos. Si miramos siempre lo mismo, sin cambiar nuestra mirada un ápice. Si debemos hacer cambios en nuestro corte de cabello, en nuestros alimentos, en nuestros cantos. Si debemos repetir solo lo muy sabio. Y empezar a a adquirir nuevos hábitos, como tomar clases de solfeo, de acuarela y esperanto. O mínimo de inglés o ruso.
10. De ensayar nuevas sonrisas. De cantar con otros pájaros. De considerar las limitaciones. de romper cercos, de fijar nuevas metas, de escribir cartas, de hacer llamadas, de ir a la central de autobuses, y comprar boletos para otros lugares, de comprar una bicicleta, de volver hacer cometas y echarlos de nuevo al vuelo. De sentarnos en el comedor en otra silla, de despintarnos el cabello, de visitar otras comunidades, de probar otros sabores, de revolucionar nuestra vida. Así hasta que lleguemos a la lectura de otro poema, y que sea el inicio de otra aventura más, donde las imágenes y la palabra sean la génesis de un sueño nuevo, y que sea el sueño que anhelamos tanto.
Comentarios
Publicar un comentario