La verdad de las cosas
1. Por lo general nos identificamos con cosas. Sea porque las necesitamos o nos gustan. Una camisa, unos zapatos, un reloj. Estas, aparte que las necesitamos, buscamos que nos gusten. Otras, aunque no las necesitemos, nos gustan y buscamos obtenerlas.
2. Así, hemos cosificado ciertas plantas y ciertos animales. Y cuando las adquirimos, queremos tenerlas cerca. Entonces tenemos plantas para nuestra admiración, y animales como mascotas. Hay quienes tienen ratones de mascotas. Yo no. Ni tú.
3. Hay piedras preciosas. Uno puede caminar a la orilla de un río. Y entre varias, encontrar algunas piedras redonditas. O con cierto color que nos atrae. Y las levantamos para unirlas a otras que ya tenemos en casa. Hay otras piedras que valen mucho en dinero. Y no son más que piedras. Y por sus minas, se libran cruentas guerras.
4. Hay quienes coleccionan objetos de mármol en miniaturas. Hay quienes tienen diez tableros de ajedrez con formas distintas: guerreros romanos; aztecas; mongoles. otros tienen decenas de carritos a escala. Y no se desprenden de ellos. Solo que pasen por sobre el cadaver del coleccionista. Y sobre su cadaver pasan. Luego de muertos, estos objetos ruedan por distintas partes, hasta que su destino final es la basura.
5. Una referencia normal moderna es el afán de cosificar todo. Quitarle el sentido a todo lo relacionado a las percepciones. Precisamente nos ocupa pensar cuando se reduce a ls personas a un carnet de identificación y a los números en los pase de lista. Soy el 22. Eres la número 1. O viceversa. "Identifíquese". "Soy el 112214A. Y así por el estilo. Bajando lo humano escalón por escalón. "¿Me están oyendo?"
6. A las especies que se venden para consumo les ponen un número ordinario con un sello que va aumentando la numeración de uno en uno. Como también a toda mercancía. El ser, reducido a una cifra. Y lo peor que cada quien acepte sumiso dicha manera de nombrarnos. "Mi cosita linda". "Esta cosa no me sirve más". "Pásame aquella cosa". Estamos tan identificados con la palabra que la utilizamos de cualquier manera.
7. Las cosas poco a poco nos van sacando de la casa. Las cosas no son las ideas. Pero sí la representan. Para Platon el mundo de las cosas está supeditado para nombrarlas a la idea de las mismas. Si digo mesa o silla. Es porque las ideas sobre ellas las tengo en mi mente. Y estas perduran a pesar que la silla y mesa concretas se pudran y dejan de ser lo que son para quedar solo materia.
8. Pero las cosas llevan algo de nosotros, dirían los neoplatónicos. Una muñeca salida de la fábrica solo es plástico con forma. Luego de que juegue con ella una niña o niño, quedará transformada por las vibraciones alegres de ella o él. Así dice el señor de las muñecas en la Historia de la filosofía, tomo I, de Lucano De Crescencio. Cuenta que un individuo en los años 70s recogía en Roma muñecas de la basura para colgarlas en los árboles de su patio. Y explicaba de esa manera su afán. "Es un vecino loco", decían sus vecinos cuerdos.
9. Las cosas nuestras de cada día serían nuestra ropa, la cual recoge nuestros humores y secreciones. Esta vieja computadora en la que escribo y me sigue la corriente en mis divagaciones. La silla que me soporta. La mesa donde ponen mis alimentos, y yo a veces me raeré con los codos. Esta casa, muda testigo de mis pasiones y respiraciones. Este reloj que fue de mi padre con el que murió en el accidente de tránsito (y lo guardo como reliquia).
10. Ni los animales y menos los seres humanos son cosas. Así son tratados en nuestro modo de vida imperante. He mirado cómo le entierran un cuchillo a un marrano. Y cómo brota la sangre en demasía. He visto viejos abandonados a su suerte. Perros tirados a la calle. Gran parte de los problemas sociales se generan a partir del concepto de cosa. De la utilidad. Lo que dejo de serme útil, va para la basura.Y este se reproduce en distintas formas y en cualquier circunstancia. Hay que volver a mirarnos con la mirada de San Francisco, quien utilizaba el vocativo hermano, hermana, para dirigirse a los animales y a las plantas.
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