Juegos de máscaras
1. Máscaras por todos lados. Por todas partes. En todos los tiempos. Del amor y del desamor. De la sonrisa y de la tragedia. De la ganancia y de la pérdida. Uno se mira al espejo y se da cuenta que asimismo portamos una máscara. No me reconozco y no es juego de palabras. Hay máscaras para toda ocasión.
2. Máscara del hombre primitivo y del moderno. Máscara sobre máscara. Así ha sido en la historia y así es en el presente. Cruce de máscaras en la fábrica. En la escuela. En la oficina.
3. Uno se imagina que en el principio, siendo caos y verbo, no había máscaras. Para reconocerse era necesario que anduviéramos con el rostro propio. Era este, el otro y aquel. Y al paso de los años, nos fuimos acomodando a los distintos papeles que interactúan en el guion temporal. Se acaba la función y asumimos otro. Y así. Máscaras del subterfugio. De la curiosidad.
4. Máscaras del desapego. Máscaras del Narciso. Las del jefe número uno. Las máscaras de los papeles secundarios. Máscaras de capitán y de marinero. De doctor y de paciente. De gigante y de enano. De rompe olas capitanes y de piratas de rompe vientos. Máscara de animales de la granja. De seres galácticos.
5. Cuando fui a alguna función de lucha, miraba del revés. En lugar de mirar a los luchadores con o sin máscara, en sus luchas eternas de máscara contra cabellera, a dos de tres caídas sin límites de tiempo, miraba a mis compañeros en el público. Y me espantaba de los rostros que miraba: máscaras en éxtasis y paroxismo, de trogloditas que querían subir al ring, sin darse cuenta que el ring es el de todos los días.
6. He visto rostros en lo cotidiano con distintas máscaras. Como esas fotografías donde a la misma hora de cada día se toma foto del sol. Y cada foto es distinta. Así hay quienes cambian de máscara como cambiar de camisa. No soy ahora, soy otro. Un carnicero. Un buey. Un académico. Un domador, malabarista o payaso.
7. Hay máscaras del hambre que parecen tan reales. Las del desaliento. Las de todo tiene solución. Las del optimista a plena luz del día. La del pesimista de "es to no se pue de". O "¿qué gano yo en ese enrevesada actividad?". Hay las máscaras de borracho sempiterno. Las del cantinero. Hay las de las ingenuidades. Las de las debilidades. Las del carnicero y de la res.
8. Deberéis de hacer observaciones detalladas. Cada lugar donde andes o te cruces. Y miraras una constelación de máscaras. Tanto o cuanto más llamativas. Algunas te sorprenderán. Otras te dejaran indiferente. Máscaras en el pin pam pum de feria. Máscara de gitana. De Don Juan. Máscara de prostituta. De mensajero. De intelectual. De vagabundo y de astronauta. De cura y de vegetal. La de truhan, la del señor. La del esclavo en el sí señor. Y claro, la de Señor.
9. No debéis de espantarte. Eso es lo que aprendimos desde niño. Nos mentimos a nosotros mismos. Las máscaras nos acercaron primeramente de las de lucha libre. Y nos las fuimos probando una y otra. Luego máscaras de novios. De esposos. Con cada una de ellas nos sentimos bien y hasta genial. Y luego fuimos moviéndonos como si ya trajéramos una adherida a nuestro rostro. Y nos damos cuenta que efectivamente era máscara la que llevábamos.
10. Miro mi colección de máscaras: de padre, de amado, de amante, de estudiante, de profesor, de escritor, de periodista, de buen amigo, de mal amigo, de buen y mal corazón, de solidario revolucionario de café. De jardinero. De vagabundo. De bolero cantor. Y luego me asomo a la vidriera de máscaras en cambio. Y miro y admiro la de pájaro cantor. La de humilde señor. La de sonriente guiñador. Y en este juego de máscaras no sé realmente cuál me queda mejor.
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