Bala perdida
Yo, soñador. Jurisconsulto en todo y nada. Decreto lo que fui y soy. Por definición en tautología o redundancia. Bala perdida. Desde infante por no querer comer. Y arrancarme la costra seca de los granos. Y salir a caminar, sin ton ni son. Robándome manzanas, toronjas y duraznos; la flor. Espiador de mujeres, desde chico. Lector de poemas. Y todo por la absurdidad del ser. Oveja negra, bala perdida, me marcaron, sin razón en un principio, mas después bien merecida. Mira que hacer llorar a la mamá, por nada y todo. Que torear a los carros, "niño cabrón". De guiñar ojo a las niñas desde la primaria, desde ya enamoradas. Y seguir sin reflexionar que la vida es oportunidad, para ser útiles y para qué. ¿Como?
Soñador de ir en contra del orden y del mandato del poder. ¿Y por qué? ¿Y la libertad? ¿Y no que todos somos iguales? Y sentirme un ser infinitamente superior (a nadie) a mi pequeñez, solo eso, nada mas. Y leer sobre la grandeza de cuando se tiene conciencia del ser. Así hablaba aquel. Y aspirar a crecer. Lecturas con sed. Recuerdo -bala perdida- que de niño me ponía a contar las estrellas y a buscarle figuras a la nube acostado rascándome la barriga. Y ese tiempo viene conmigo sin más. Y ese peregrinar de adolescente por las carreteras del país. Un nuevo amanecer en otra geografía, volcanes, pueblos vaqueros, sierra, lagunas y acantilados de mar. Bala perdida, dónde estás, cuando pides justicia social.
Este forjar, este templar el hierro del espíritu, para seguir como si nada, luego del flechazo o el golpe certero de martillo a la cabeza, sin más.
Camino con las manos en los bolsillos, vacíos. Silbo una canción. Dicción, modulación de voz, sin engolar.
Soñador de ir en contra del orden y del mandato del poder. ¿Y por qué? ¿Y la libertad? ¿Y no que todos somos iguales? Y sentirme un ser infinitamente superior (a nadie) a mi pequeñez, solo eso, nada mas. Y leer sobre la grandeza de cuando se tiene conciencia del ser. Así hablaba aquel. Y aspirar a crecer. Lecturas con sed. Recuerdo -bala perdida- que de niño me ponía a contar las estrellas y a buscarle figuras a la nube acostado rascándome la barriga. Y ese tiempo viene conmigo sin más. Y ese peregrinar de adolescente por las carreteras del país. Un nuevo amanecer en otra geografía, volcanes, pueblos vaqueros, sierra, lagunas y acantilados de mar. Bala perdida, dónde estás, cuando pides justicia social.
Este forjar, este templar el hierro del espíritu, para seguir como si nada, luego del flechazo o el golpe certero de martillo a la cabeza, sin más.
Camino con las manos en los bolsillos, vacíos. Silbo una canción. Dicción, modulación de voz, sin engolar.
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