El gallo

Canta el gallo al amanecer. Un nuevo día al fin, para merecer lo que el afán nos muestra, ante todo, el aire para respirar, que ganancia es, y esta claridad de ver/ el obturador para fijar las imágenes del soñar y volar. El nuevo día, ilusión. Nuevo parecer y ver. El timón y hacia adelante y del revés, también la liquidez de acomodar el bastón, al suelo mejor, por si acaso hay que caer. Y el amor sigue siendo bastión, de los locos que miden su fuerza en el vivir, sin el temor de encallar en arenas movedizas o la lobreguez de la oscuridad. Canta el gallo. Y dejar de lado la piedra que usted no es, ni yo, lo sé. Es la pequeñez que se empozó en el alma, es la autoestima de poco estimar la vida, el saludo, el abrazo. Yo hoy canto en la lejanía, con una voz que sale del corazón, no de la garganta. Hoy saldré a caminar y ver, más que a observar. Y diré unas palabras al fin sobre Soñar y ser. Un buen día el gallo volverá a cantar. Y ya no estaré. Por eso agradecer el ver cambiar la oscuridad. Decía un moribundo al amanecer: abre la ventana, que entre la luz.  Y la luz.

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