Mi nombre
Mi nombre es efímero. A mas de ser accidental. Diego fuera el que venía en destino, según el almanaque en el 13 de noviembre. Y el destino mismo me puso Antonio. Por el de Padua. Se pierde el origen en lo etrusco o griego. Y sin significado propio. Estimable en lo que pueda. El que enfrenta adversarios. El sonriente. El callado. Alas faltan para las palabras. Mi nombre, efímero, tardará algo menos que el rostro. Sobre todo en alguna memoria de la estima. Sobre todo al leer algún texto por allí en un libro. O en una hoja de papel guardado. Ya me voy. He escrito mentiras a morir. Eso es literatura. Una manera de endulzar con miel la agrura de saber lo oscuro en la plenitud de luz. El amor es una epopeya del instante. El amor tiene también el nombre del olvido. Cuando pronuncio mi nombre, me levanto y me miro ante el espejo. Este soy yo, me digo, aunque no me llamara Antonio. Digo Diego y es Antonio. Dónde estará escrito mi nombra en la rebambaramba de la despedida. En una hoja de papel que se incinera. En la memoria borrado cuando ya no se recuerda.
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