Cartas

Las cartas quedan como ceniza de un fuego que hubo. En distintos idiomas con dibujos al margen. Allí quedaron registrados para la posteridad los pensamientos vivos. Evangelios verdaderos del amor sentido. Del aprecio soñado. Evocaciones de la memoria que ahora ya no dice nada. Sortilegios y piruetas de las palabras abombonadas y clarividentes del destino por venir. Del destino también ido. Registros de voces de miel que anduvieron en luna de orquídea y oro. Fantasmas de otros sueños por otros en otras partes. Jeroglíficos en piedra, palabras de la sutil respiración. Las cartas iban y venían con alas de colibríes ebrios en miel de verano permanente. Las cartas iban y venían desde geografías distantes, entre la sierra o montaña, hasta el desierto de la indiferencia. Papeles de aluvión norteados con ruta al sur o viceversa. Notas musicales incluidas por fama en terna de perra pordiosera. Queda el registro de las tantas noches con poemas y canciones. Recuerdos del Lousiana blues. La Zorra azul de los encuentros furtivos. Música por santa Cecilia. Las cartas del recuerdo. En las aguas abisales las cartas al mar. Por el ilustre tiempo donde estuvimos lacustres hacia la sal como polvo para la sonrisa. Hemos arribado. Itaca nos dio el viaje. Ya sabemos ahora lo que significa.

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