El arma más poderosa

Los tiempos actuales son tiempos de paz y guerra. Los noticieros dan cuenta de ello. Según la historia, así ha sido. A veces son conflictos regionales o mundiales. Y otras veces han sido conflictos internos, guerras entre civiles. Desde la escuela primaria se nos enseñó la historia mundial y del país, como crónica de enfrentamientos, guerras y catástrofes.

Esas guerras fueron y son promovidas por los grandes grupos económicos internacionales en la lucha por obtener más ganancias en todos los órdenes de mercancías. Por imponer rutas del comercio. Por derrocar e imponer gobiernos a sus intereses. Por acaparar mercados. Ejemplo las dos guerras del opio entre China e Inglaterra. La Primera duró entre 1839 y 1842. La Segunda,]estalló en 1856 y duró hasta 1860. Sus causas: intereses comerciales por el contrabando británico de opio desde la India hacia China.

Hubo guerra de las especies en distintos momentos, y entre varios países. La hubo y hay por el petróleo. La habrá por el agua. Hubo guerras por la esclavitud. Las hay aún, en otras condiciones y con otras características.

Pero también hay otra guerra. La que se efectúa dentro de uno mismo. Los conflictos internos producto de prejuicios, miedos, ansiedades. Nuestras propias emociones, derivadas de nuestra manera de relacionarnos e interactuar con los otros, a veces nos conducen por desequilibrios y trastornos que nos afectan y afectamos nuestro entorno.

Ante todo debemos educar, y hacerlo por la paz. Como dijo el benemérito, el respeto entre los individuos y entre los países. Uno de los considerandos más conocidos de la constitución de la UNESCO así lo sintetiza: “si es en la mente de los hombres en donde se ha creado el concepto de la guerra, es en la mente de los hombres en los que se debe crear el baluarte de la paz”.

Y se hacen magníficos esfuerzos al respecto. Gran cantidad de maestros, investigadores, académicos, artistas, promotores por la paz, hacia esa ruta enfocan sus actividades diarias. Dentro y fuera de los centros escolares. Y se contienen los embates de quienes promueven la guerra (esta guerra está disfrazada por distintos mecanismos) en todas sus versiones. El consumismo es uno de sus rostros evidentes, claros y notorios. La publicidad al servicio del consumismo, sacrificando la salud y la educación de los pueblos.

Con la educación las generaciones transmiten a las nuevas el cúmulo de conocimientos, valores y tradiciones. Se vislumbra un futuro mejor, y solo con la educación podemos asegurar que esa visión de futuro se materialice. Por eso se han organizado y mejorado los sistemas educativos. Por ello se crean los planes y programas y se reforman de acuerdo a las nuevas circunstancias.

No niego que percibo errores garrafales de hace algunos años cuando se eliminaron de los programas materias como filosofía; o temas específicos como lógica y conjuntos de matemáticas en secundaria.  Precisamente por eso se debe considerar incorporarlas en las reformas a planes y programas. Y asimismo en el currículo de materias se deben introducir modelos de vida, que puedan ser ejemplos de tenacidad, de disciplina y de actuar en la convivencia de paz, que los estudiantes de básico los vayan tomando como ejemplo de comportamiento.

En función de ello se dice que la teoría puede convencer, pero es el ejemplo el que arrastra. Nuestros buenos y excelentes maestros son ejemplo. Porque no se puede predicar una cosa y hacer lo contrario. Bien lo señala José Martí en una de sus conocidas frases: “hacer es la mejor manera de decir”.

Gandhi, el hombre de lucha mediante la paz lo señala: “la educación es el arma más poderosa que puede cambiar al mundo”.

A manera de conclusión parcial: sin educación real, verdadera, no hay futuro mejor personal ni social.

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