Un día después

Un día después se sabe lo que destacó en los límites. La absurda idea de tragarse el mundo con soberbia luego de haber sentido el rigor del tiempo. Fragor de la batalla. Un mundo pequeñito en los albores del tiempo. El cerebro potenciado ilusoriamente al máximo, desafiante de todos los órdenes conocidos y por conocerse. Utopías por alcanzar a la vuelta de la esquina. Planos inclinados de bajada en las ideas. Y marchamos por callejones de madrugada cantando La Marseillaise. Como himno dela fraternidad, la justicia y las igualdades. Y los ríos de flores en los cementerios para sus muertos comunes y distinguidos. Y las flores de calabaza por sobre epitafios grabados en piedra con frases célebres, ruidosas y desafiantes. Yo y la nada. Se prohíbe prohibir. Señora caramelo. Alas para vuelo del vampiro. Y seguimos nuestra ruta por otras avenidas. Por caminos de polvo o piedra dando latigazos a los sueños de serpientes. Porque era nuestro el único tiempo.  El verdadero y versátil. Como lengua bífida que cercena con palabras. Y cayeron las torres. Y se incendia el mundo en humedades. Sacamos cuentas con el tiempo permitido. Y el tiempo alado nos presta aún sus alas. Sus ilusorias alas para mentir verdades. El gallo canta a la luna a las dos de madrugada.

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