Parábola de la semilla de café que se transforma en cacao

Era tiempo de la enjundia, y parsimonia. Había llovido un poco. Y en la sequía las gotas de lluvia parecían escupitajos como del que tiene sed.  Enjundia la Chamuca con su risa eterna. Y eran latigazos de atolondramiento, como adormidera. El cansancio del tiempo inerte. Y apareció en el sueño como ensueño una cajita con anuncio de café, un gramo en grano, para ver si así la plática fluyera en la ruta de la felicidad permanente. Eran temas como de libros con sabiduría milenaria, asuntos de gitanerías. La Chamuca andaba dice escribiendo textos discretos encantos en idioma desconocido, solo jeroglíficos rupestres, para entenderas mejores. Quién sabe donde aprendió latín y arameo, idiomas muertos. Es el don del verbo. Y la risa interminable. Y era desternillarse de tanto jaloneo de músculos de la cara. Y el llanto discreto con respectivo corrimiento leve de rímel. Un grano de café es la clave para las cien mil palabras a la sombra de un durazno o limonero. manzanilla de té o las doce flores para tranquilizar los nervios en la dicha. Había polvo. Y dientes perfectos como para anuncio de dentífrico. La Chamuca se fue volando. Y el grano de café quedó como testimonio de realidad el sueño. Generosa la ruta de espacios alternos para el tapete mágico.  Al despertar un grano de cacao quedó en definitiva como prueba que las cosas son al revés a como debieran ser.

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