Anda, vamos a leernos. Deja fuera la lectura del café, la de los polvos mágicos, la orientación del viento. Dejemos de leer los signos de los tiempos. Vamos a leernos. Lento o rápido. Los sueños incluidos. Las miradas. El fuego de la raíz. Las palabras. Leer nuestro cabello, los lunares, la geografia terrenal en movimiento. Hay cuentos repetidos. Poemas de una sola linea. Y las tardes de estío. Caigan las hojas. Vuelen los pájaros. El libro nuestro somos uno mismo. Nuestro paisaje exterior e interior. Volátil la eternidad. Éter de las constelaciones. Hemos de encontrarnos en las lecturas. Nosotros mismos. Cuando a veces es soliloquio. Somos soliloquios.

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