Dejad que los ladros perren

1. Sucede. Encontrarás siempre a alguien que hiciste favores y se convertirá en tu enemigo. Paga miel con hiel. Y trata de saldar deudas, ciego, con billetes de 99.56 pesos. Tu has como que no te fijas en la denominación. 

2. Al que te tira piedras, en lugar de lanzarle diatribas, construye con esas piedras un puente. O tres. Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Por favor. Con permiso.

3. Ingenuo cree que lo hace desde el anonimato. Las piedras que lanza llevan sus huellas digitales, y en ellas su mirada enrojecida. El odio lo abate; su intranquilidad le lacera.

4. Hunde sus fauces de la nada en la nada. Su tufo impregna el ambiente. Sus belfos no logra cerrar y se le escapa saliva verdosa por la hiel que le carcome.

5. Su afán diario es picar a semejanza del alacrán. Y lo hace como chivo en cristalería. Además se ufana de ello ante sus cofrades cuando celebran desde el tapanco o en el fondo del pozo. En su camino deja huellas con su boñiga. Aún así se pierde y no sabe cómo regresar.

6. Le muele el ver triunfos de los que considera sus enemigos, que lo son solo desde sus percepciones primitivas. Y hace fiesta con las derrotas de los otros. Cree que su crecimiento depende de las derrotas de los otros.

7. No tiene datos precisos. O los acomoda según su hígado. Según su veleta. Según su horóscopo. 

8. Engaña a la primera. Luego hasta sus cercanos -si es que los sigue teniendo- temen de su viperina lengua. Porque ellos saben que así como se expresa a quienes lanza sus dardos, así ellos cuando no están son los objetos de sus diatribas y calumnias.

9. Desperdicia su valioso tiempo existencial -que todo ser vivo lo tiene, incluyendo a los racionales- en ver la paja ajena y no la maderería en el propio.

10. Encerrado en su reducida visión del mundo, trata de esconder la llave del closet en lo profundo de sus traumas infantiles. Su clave de identidad es la misoginia. De sus veinte palabras quince son expresiones machistas. En las madrugadas deshoja la margarita.

11. Por eso recuerda, como dicen los colombianos, que la envidia terminará cuando los gallos mamen. O dicho de otro modo: dejad que los ladros perren, los cantos gallen y los rebuznos burren . Así de simple.

12. Ilustrativa es la fábula del sapo y la luciérnaga: su respuesta de soprano cuando le preguntan del por qué de sus ataques: "¡Porque él brilla, tarúpidos!"

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