Torres 10
1. Ambrosía el amor. Tira el ancla y allí se estaciona. Hasta que las olas de la compañía naviera mueven de nuevo la plataforma, esa lata que tiene más de 40 años y en cualquier momento se hunde. El amor como cruce de carnes, como fricción pedernal, eso es lo cotidiano. Allí lijo tubos y paso las horas vacías de la tarde mirando el horizonte azul o verde y pienso que es un microuniverso donde el hombre es un animal por naturaleza.
2. No soy yo el que mira. Es la especie misma como si fuera una selfie panorámica. Los obreros hacen su trabajo por la paga. Lejos de su familia se cruzan por la soledad o el instinto que empuja. Te cuentan sus sueños o anhelos y te guiñan o pinchan un ojo. Ya sabe cada quien que hay cámaras, pero también saben los puntos ciegos, donde el aquelaree es parte de lo cotidiano. Son o más bien parecen zombies interplanetarios sin rumbo ni destino. O más bien teniendo como rumbo y destino el instante, lo efímero, lo fugaz
3. Yo oigo y miro. Yo miro y escribo en mis ratos libres. Yo rezo. Yo leo la biblia. Y mi computadora mental se va llenando de imágenes que no imaginaba, o creía que eso no pudiera ser cierto si me lo contaran, pero ahora lo veo. Guardo silencio o grito y lo que decida hacer será mi día siguiente. Para el universo soy tan pequeño, no existo. Pero insisto con mis palabras, como un sos en las entrañas del agua, auge a fin de cuentas es mi origen. Soy a la vez quien no soy, porque me desconozco, me altero, me calmo. Y nada más sucede que lo que cuento. Porque soy Dios mismo en un átomo insignificante.
4, Hay una polizona de 13 años. Esbelta y alta. Tiene voz de pájaro y se aparece por las madrugadas. Yo no la he visto, pero ella sí me mira. Me deja recados bajo mi almohada. Se sube sobre mí cuando duermo. Se mete en mis sueños que de resecos pasan a húmedos. Me hablan de ellas los demás marineros de tierra que andan en la mar. Dicen que no existe. Dicen que es fantasma. Yo mientras como Santo Tomás: hasta no ver no creer. Pero quienes me lo cuentan me lo juran de que sí, por diosito santo, por mi madre, bohemio Ted.
5. Me llamo Ted. Nací hijo de campesinos en un pueblecito de Hungría de nombre Landbrum. Abandonado anduve de familia en familia, pero me gustaba comer mucho. Y me expulsaban de sus casas. Nunca nadie me trató mal. Solo que no me llenaba. cada vez quería más y al negárme el alimento en demasía, enrarecía mi rostro como un demonio, y se asustaban. Y me daban, hasta que finalmente la casa quedaba vacía. No me pregunten cómo. Solo sé que de pronto em encontraba solo sin nadie que me preparara y diera de comer. Así que me salía y me daban asilo donde no me conocían. Y se repetía la misma circularidad de acontecimientos: hambre en demasía. Y la casa se quedaba sola y tenía que salir de ella.
7. Luego subí a un buque pesquero que me abandonó en un puerto de América. Y en tantos ires y venires entré a esta plataforma, lata de fierro antiguo. Aquí no tengo problemas de alimento. Trabajo en la cocina. Y la cocinera es mi amante. Luego de amasar la harina de trigo para el pan, nos ponemos hacer el amor hasta que sentimos el olor afrutado del pan que ya está cocido. Lo sacamos, volvemos amasar más, luego hacemos el amor así hasta que terminábamos. "Estoy embarazada", me dijo una tarde. Llovía a cántaros y rayos. Todos teníamos el temor de que se inundara esta lata.Y cierto, yo veía que su barriga le iba creciendo en lugar que me creciera a mí de tanto comer. Y a escondidas tuvo una niña que escondíamos en la cocina.
8.La Plataforma tiene bandera de Irlanda, pero le trabaja a Petromex de Venezuela. Son un conjunto e plataformas. Yo estoy en esta. Miro otras a la distancia. Tiene helipuerto. Y cerca de 300 personas que realizan distintos trabajos. Son trabajos en función del petróleo. Exploración y pozos profundos. Somos horda. Hay un jefe y una jefa. Ambos son los que mandan, los que dirigen, los que castigan. Y cada uno tenemos nuestra función. pero también entre todos los trabajadores tienen lazos de complicidad, sea por el trabajo, sea por el amor. se comparte de todo, como hermanos. Incluyendo sexo compartido entre tres o más.
9. Yo miro todo como desde lejos, como si no estuviera aquí, como si solo mi vista recogiera todas las imágenes. Y me saludan a veces como camarada o como extraño. No me importa. tengo dos o tres camaradas de confianza. me cuentan de su vida, de su familia. Y les digo que para qué hacen eso. Me refiero a cruzarse con cualquiera. Como hierba seca que solo requiere una chispa para el incendio. Y se ríen, me dicen que a quien quiera se lo decimos para que tuyo tamibién entre a ese club secreto de la carnalidad. Pero no. No me imagino ni a favor ni en contra.
10. Me encierro a escribir. Me pongo mis audífonos. Y escribo en esta vieja computadora. Tengo un club de lectura. Solo quieren leer del Marques de Sade. O los 11 mil falos de Apolinaire. Y proponen que estemos todos desnudos. Uno de ellos es Torres. Llegó la primera vez. "Yo soy Torres y Torres les cuida y cuidará. Tengo con qué. Mi adiosito los cuida. Pero pórtense bien. Somos animalitos racionales, una especie más entre todas. Yo soy Torres y les cuidará. Yo estuve 39 años en la cárcel. Y salí por buena conducta y con buena suerte que salí con antecedentes penales pero especifica que ya pagué mi castigo. Luego les platicaré por qué me llevaron preso.
11. El que escribe mira al que dice llamarse Torres. Habla como ebrio de poesía y virtud. Niño ingenuo en el universo. Y luego de decir que "tiene con qué", para mostrar que sabe pelear, hace dos o tres katas de karate, se eleva como por metro y medio sobre el piso y lanza patadas en el aire. Y repite que Torres nos cuida. Pero que también cuidemos a Torres. Luego choca las manos en saludo. Y dice: mi hermano es Torres 9, yo soy el hermano Torres 10. Y luego se sienta para escuchar las lecturas del club.
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