Cuando puedas, date vacaciones
1. Yo ante el espejo: cuando puedas, date vacaciones. De veras. No me refiero a esas comunes y a veces del trabajo en la que quedas fuera por 10-15 días y viajas a un hotel y te quedas en la alberca todo vip, o a un pueblito mágico y te tomas fotos que subes al internet sonriendo como si fuera obligación reír. Y por la tarde regresas cansado a tu cuarto de hotel y enciendes la televisión. No, a esas vacaciones no me refiero.
2. Esas vacaciones todos las conocen, reconocen y anhelan. Podríamos decir que son lugares comunes. Y no están mal, por supuesto que no. ¡Esas no están ma! Solo que en ellas tienes la sensación cada día que pasa que fueron muy breves como estar en el paraíso y poco a poco vas a regresar a algo muy pesado, como loza que se carga, y entrando de nuevo al trabajo piensas en los fines de semana, y en las vacaciones de nuevo. Y así, cíclica, se va la vida.
3. Un amigo, mas bien ex amigo, me decía que sonreír son vacaciones gratuitas. No sé de dónde sacó la cita, pero me parece correcta esa apreciación de relacionar la risa con las vacaciones y además que para estas no se requiere la tarjeta de débito o crédito. Y con esa imagen nos vamos acercando al asunto, al quid central del tema: date una vacaciones cuando puedas. Pero no de esas que ya conoces. El jet set tiene las propias, vacaciones de ese tipo, y miran la televisión también, y se aturden con música para ver si así, y las lágrimas de cocodrilo aparecen cuando se miran al espejo y hacen planes para la siguiente cirugía.
4. Estas vacaciones a las que me refiero es el viaje a uno mismo. Detenernos en medio de la prisa diaria de las obligaciones instintivas. Detenernos en el caos de la incertidumbre. Y, solitarios, asomarnos a lo que somos, a lo que hacemos y si estamos contentos con ese trajinar diario donde nos acercamos de nuevo a la nada, al vacío, a la espera en otro día, otra semana, otro mes y otro año. Y sentimos que la plancha grande de la edad acumulativa nos va aplastando, metiendo piedras en el camino de la movilidad y esqueletos de pez en la garganta.
5. A las que me refiero no son vacaciones espiritualess o de retiro a algún lugar de nieve o visita al monje en el Tíbet o a lo alto de la montaña para conectarnos con algo en las alturas. No, sencillamente me refiero a darnos un respiro en las prisas y en la vorágine de la existencia, y recordar que somos mortales, que el pasado no existe más que en el nostálgico recuerdo. Y no tenemos certeza que estaremos en el futuro: mes que entra, semana que entra o mañana mismo. Tengo amigos que cayeron, guerreros, en discusiones de café en las que hablaban de política o de religión. Otros en la penumbra del sueño, ya no despertaron más, y los estertores de la respiración fue la despedida.
6. Y esas vacaciones -a las que bien podemos llamarles introspección- comprenden recordar a nuestros ascendientes, recordar nuestros bellos momentos con ellos y reconciliarnos con los malos recuerdos. Y en todo caso perdonarlos si consideramos que nos hicieron daño. Yo sé que es complejo esto, pero así lo digo. Y ya asomándonos a nuestra vida misma, antes de esas vacaciones en un viaje a uno mismo, asomarse a las alturas y ver esas luces a las que llamamos estrellas en la inmensidad de la noche y compararnos en magnitud. También asomarnos a las vidas que nos han acompañado y no hacemos caso de ellas: plantas y animales.
7. Ya en nosotros mismos, reflexionar en las tantas funciones que se realizan en nuestro cuerpo. No de manera exhaustiva como seguramente se estudia y reflexiona en ellas en las escuelas y facultades de medicina. Ellos para curar. Nosotros solamente para maravillarnos con esa exactitud de todo lo que se realiza, en sincronía plena y abasteciéndonos de lo necesario para que este cuerpo efímero continúe con vida biológica por algún tiempo más. ¿Cuánto más? No lo sabemos, y eso es lo importante. La incertidumbre del por venir es la riqueza de la vida a como la conocemos. La vejez es una realidad para algunos que vamos de salida. Y es una posibilidad remota de los jóvenes, edad a la que muchos no llegan.
8. ¿Algo cambia si te das estas vacaciones a las que me refiero o no? En lo individual sí, en el conjunto del universo, asumo que no. Para el cosmos la vida individual no existe o le es indiferente. Para el cosmos somos todos uno mismo, algo así como llamarle ser total o Dios. Cuando se habla del karma quiere decir que lo que hacemos a otros (seres semejantes, plantas, etc) se nos revierte. Ejemplo rápido: nos olvidamos de las plantas, y a nuestra alrededor cambian las vibraciones. Miro las fotos de trailers cargados de anchos troncos de árboles en ruta al aserradero. Y nos quejamos del calor abrasivo y rostizador en estas épocas. Todo ello, porque no nos hemos dado cuenta que somos parte de, no reyes de la naturaleza.
9. Volviendo al tema. Darse vacaciones distintas a las comunes es entenderse y comprenderse como individuo efímero de la vida. Que al paso del tiempo nos vamos acercando a la desaparición física. Y que si se piensa en ello los días se disfrutan más. La ida al cine nos parece un milagro. El caminar por el parque, solo o acompañado, igual. O circular en bicicleta breves o largos tramos es la maravilla. Las palabras por pronunciar nos salen más cálidas. Y el saludo y el abrazo lo hacemos no como protocolo sino como verdadero acercamiento al semejante que es a la vez uno mismo.
10. Y sigo: se disfruta barrer el frente de tu casa. O pintar las paredes. Escribir de un tema u otro. Cantar a todo pulmón mientas nos bañamos, y bailamos en solitario o acompañados. Las vacaciones al interior de uno mismo nos hacen comprender nuestro papel en la sociedad. Y trabajamos no como carga aunque sean rutinarias las actividades laborales, porque ya vamos dentro de uno mismo, y no nos evadimos pensando en la salida cuando ya fuera no sabemos ni para qué es el tiempo que nos queda libre, que si nos es posible (que sí lo es) pensemos en lo que nos hace bien. "Piensa en mí, cuando sufras..." Y de esa manera se generan los químicos al interior que nos hacen sentirnos plenos y extraordinariamente bien.
11. Cuando podamos, démonos este tipo de vacaciones. Con las otras, las rutinarias, bien. Que lo bailado nadie nos lo quita. Pero estas otras vacaciones son de otra dimensión. "Viaje al centro de la noche" bien tituló Louis Ferdinand Celine a uno de sus libros. En ella sin mordaza ni máscaras escribe sobre la condición humana. Pero ese es otro boleto. "¿Y se pueden hacer los dos tipos de vacaciones? Es decir: ¿ensamblar las vacaciones de viajes de placer a hoteles de estrellas todo incluido y esa que usted menciona no tan claro en este texto?", me preguntan. Claro que sí una no excluye a la otra. Solo que una sin la otra es vacación coja, de rutina.
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