La lluvia, secreto de ternura
1. Extrañamos la lluvia con la humedad que le acompaña, contagia y dispersa. Su historia muy antigua nos da pistas sobre nuestro origen. Ella se hace presente en los techos de zinc con una ovación como de aplausos. La que en su chipi chipi entra hasta los lugares más recónditos. La que nos empapa y nos convoca a la vida, a la dicha. Tierra y agua, en su unión, es luz de toda la milagrosa existencia.
2. La lluvia se anuncia en los nubarrones que el viento traslada de un lado a otro. Y miramos y hacia las alturas con la esperanza que se deje caer para alegría de plantas y piedras, y casas con polvo adherido. Y cantamos una plegaria para que llegue. A los frutos les falta ese empuje íntimo de húmedo crecimiento para su madurez. La esperamos porque la necesitamos. En la niñez salíamos a mojarnos y remojarnos, cantando y saltando, alrededor de nuestras casas y a veces en las calles. Nuestra madre, temerosa, nos llamaba a gritos sabiendo del peligro no del agua que caía bienaventurada, sino de un posible rayo que era como una espada de Damocles anunciada por el estruendo del trueno. Y nosotros no hacíamos caso, omisos, irreverentes, imprudentes.
4. En casa la lluvia entraba hasta la cocina. Nuestro patio quedaba mínimo unos 15 centímetros en nivel más bajo que los de los vecinos Tereso y Felicitas a los lados. Trini y Don Esteban atrás. Y de frente el callejón. Por los cuatro puntos cardinales nos caía lenta en bajada. Y luego mirábamos a nuestra madre andarla sacando a cubetas, y luego nosotros con cubetas chicas le ayudábamos. Nuestra alegría de lluvia se transformaba en trabajo molesto, aunque lo tomábamos, inocentes, como juego. Mi madre nos decía con tranquilidad de santa: "la lluvia es buena porque gracias a ella crecen las plantas de los campos que son nuestro alimento".
5. Esperamos la lluvia porque la necesitamos. Las plantas tienen sus hojas lánguidas tratando de minimizar los efectos del calcinarte sol. El pozo de casa está seco. La tierra se abre en pequeñas aberturas como tratando de respirar su agua necesaria. Las raíces en la oscuridad buscan, sorprendidas, la humedad que no encuentran por más que se estiran. En las calles se acumula el polvo que levanta el aire. Las mismas lágrimas se quedan a la espera de su esencia para salir a ventilar las penas. Los niños cantan en las calles "¡Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva, los pajaritos cantan, la tierra se levanta!". Y parecía que surtían efecto esas peticiones cantadas. Porque al rato se acercaban las nubes, y se dejaban caer en torrencial para alegrar los campos y limpiar la sucia cara de las ciudades. Sometía al hollín de las fábricas, el aire se respiraba más limpio y las hojas relucían coquetas en su verdor más intenso.
6. Dicen que los muertos también se alegran con la lluvia. Dicen. Que donde están hace calor y les refresca. Que les remueve los recuerdos de la vida. Que es un misterio el abrazo del agua como origen y lo originado que es la carne y en este caso el polvo único a lo que ha sido desde siempre, polvo de estrellas, ceniza, tierra. Y el agua está allí como un espejo, como una caricia, como un incentivado de recuerdos.
7. Dicen que los sueños húmedos tienen su origen en el agua de lluvia. Que el agua ha viajado en confines distintos y distantes de tiempo y de geografía. Que tiene su propia historia en ese tránsito de sus ciclos sin principio ni fin. Que el agua es el espejo de Dios reflejado en su propio espejo y así hasta el infinito. Que Borges conocía el secreto del agua y sus tantas palpitaciones. Dicen que dicen. Y todo ello es cierto. La misma agua lo cuenta en sus discursos, y quien no lo entiende es porque no la escucha, no pone atención a lo que ella dice.
8. En Tabasco llovía días y semanas enteras. Ahora ya no. En Tabasco la población de los lugares bajos se preparaba, y en tapancos se guarecía con alimentos para pasar la temporada. En esos lugares bajos el agua se acumulaba y se quedaba por meses. No había sorpresa alguna. Por eso las plantas reverdecían con una salud envidiable y eran pródigas en su abastecer de frutos. Y ahora pasamos semanas y meses de una sequía que no conocíamos, o no tanto. Y ahora se canta a la lluvia para que llegue y nos refresque, nos aliente.
9. Ayer (cualquier día) me siento en una banca y miro el horizonte para ver si viene una nube viajera a concentrarse arriba de nosotros. Trato de escudriñar entrecerrando los ojos. Y aunque viniera lluvia en grandes cantidades que es también una amenaza con eso de las inundaciones, sé que más allá de los anuncios, el agua es vida, es salud y es esperanza.
10. Federico García Lorca: "La lluvia tiene un vago secreto de ternura,/ algo de soñolencia resignada y amable,/ una música humilde se despierta con ella/ que hace vibrar el alma dormida del paisaje./ Es un besar azul que recibe la Tierra,/ el mito primitivo que vuelve a realizarse./ El contacto ya frío de cielo y tierra viejos/ con una mansedumbre de atardecer constante..."
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