Eslabones

Ante la inmensidad del cosmos, el hombre -pequeño, como individuo, como especie- no vislumbra la magnitud de lo infinito. Ni tampoco la magnitud de su existencia. En su vanidad y egolatría se cree el centro del universo entre tantos billones de centros con magnitudes exactamente grandes, portentos de materia y de pensamientos. Cuando cree comprender, le rebasa el conocimiento en el tiempo. Y a billones de años luz -la indiferencia lo es- otras inteligencias probablemente  lanzan modernas o antiguas señales para saber si hay vida inteligentes en nuestro sistema. Y encuentran solo teléfonos y semáforos inteligentes. Y es probable que otros sepan del desorden nuestro de vivir sin saber de la existencia. Eslabones, solamente. Y así desde el principio.

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