Le acusan

Le acusan de soñar, que vive entre sueños de futuro. Y de pasado. De verse ante el espejo ciego para observar si la mirada es la misma de hace años. Perdido en lo que ya no está, nostalgia del abismo, y lo que viene, nostalgia de la molécula perdida, le acusan de tropezar con piedras, como si el camino estuviera plano o fuera de resbaladizo mármol o concreto acerado. Plañir es un verbo que no conoce. Le  acusan de llover a mares cuando tiene sed y hambre como si fuera por pan o agua su sufrimiento. Le acusan de callar cuando todos esperan que grite y luego le abandonen. Se la pasó por generaciones elucubrando orígenes, razones y destinos. Buscó su cola y daba saltos rascándose la cabeza. Utilizó su dedo enfrentado a los cuatro. Le acusan de tribular cuando los frutos estaban ya maduros y las mariposas quemaron sus alas en esas horas altas de la noche. Le acusan de no tener ideas propias. Baladíes argumentos de lo vacuo. Trazó cuadros en las nubes. Buscó rostros conocidos en las viajeras nubes. Acumuló cartoncitos con su nombre de puntos suspensivos. Oro, le gritaban, el ritual es hacia el oro. Y el siguió su paso empujado por la ventolera de octubre mientras totémicos dioses milenarios usufructuaban el rastro del hombre. Y la luna siguió siendo la más hermosa. Brillante, refulgente.

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