Comején

El hombre se enamoró de un comején. Heterodoxo él, sintió el aguijón del pequeño y bello animal. No se sabía zoofílico. Al rascar su piel sin menoscabo por el lugar del piquete, sintió placer, venturado. Y a la vuelta de minutos de nuevo. Estaba extasiado. Se dio cuenta que el placer provenía del piquete del insecto. Breve el piquete. Bravo el veneno. Prendado quedó. La gracia del placer reverberado. Mientras el comején le chupaba sangre, durante años, flaco y ojeroso, más feliz, así hasta que quedó solo. Él bello y siempre eterno joven comején, había mudado hacia otro sabor de sangre. Y así sigue, invicto. El comején en el olvido ya. A otra ruta fruta y dama con rima. Comején cuál mariposa. El hombre liberado de los piquetes, ríe. Y su sonrisa se convierte en pájaro que emprende el vuelo al cielo.

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