Para entonces

Para entonces, sí, el otoño. Las veinte mil primaveras y veranos pasaron. Raudos. Y la poesía como lector iba sosteniendo el hilo de la dicha. Fijar la mirada en el reloj. O en las nubes. La lluvia al caer. Y echar en retrospectiva el pensamiento. Dónde estamos. Para qué. Los libros daban indicios. Señales equivocadas o ciertas. A saber. Para entonces en recuerdos llegó el otoño. Y la prisa se detuvo de pronto. En la guitarra se tocaba de otra forma. Las hojas secas caían en cámara lenta. Para entonces el mundo iba siendo los recuerdos de pasajes, paradas de autobuses, notas de compra. Fuimos por el café y tardamos. Para entonces fuimos ya otros. Somos otros que nos asomamos al espejo como al pozo de agua. Para reiterarnos aún. Para entonces vaga referencia.

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