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Mostrando entradas de diciembre, 2012

De otras historias (La princesa está triste)

La princesa está triste  Rubén Darío La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y, vestido de rojo, piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza Argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz? ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol p

Otras historias

¡Una historia inolvidable! Era una mañana agitada, eran las 8:30, cuando un señor mayor de unos 80 años, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de su pulgar. El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9:00 am. Comprobé sus señales vitales y le pedí que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo. Lo ví mirando su reloj y decidí, que ya que no estaba ocupado con otro paciente, podría examinar su herida. Durante el examen, comprobé que estaba curado, entonces le pedí a uno de los doctores, algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida. Mientras le realizaba las curaciones, le pregunté si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado. El señor me dijo que no, que necesitaba ir al geríatrico para desayunar con su esposa. Le pregunté sobre la salud de ella. El me respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer. Le pregunté si ella se enfa

Posdata

P.D. ¿Que se dice en el posdata? Lo que se olvidó escribir, y está cerrada ya la carta, por el motivo que fuera, sea este remodelación o derribo. Y es el caso, después de los textos anteriores, que son un recorrido por varios momentos de la vida personal. Aclaro: dicto yo mismo, no otro. Uno tiene conformado un pensamiento producto de darse con la piedra y los conjuntos de imágenes atrapadas el vuelo por ciudades, barrios y sinuosas carreteras. La presente hilación de palabras, a veces trastocadas por el desvelo, el insomnio o los sobresaltos, son producto de la necesidad del ser. Rememoro que el mejor beso dado, han sido varios. Y los abrazos no han sido pocos. De la sonrisa al guiño, pasando por supuesto por el abrazo de mi madre y padre y la sencillez y belleza conmovedora de la novia primera. Cerrar este cuaderno no tiene otra explicación más que sobran las palabras, pero faltan los motivos, o más bien el motivo principal. Anuncio que otro día iniciaremos una nueva travesía por u

Cerrado

Basta bajar la cortina, poner los candados.  Así de fácil iniciar un nuevo rumbo, en salvedad, otro rubro, otro camino, otras imágenes, otro olor. Quemar las amadas naves, las certeras flechas, el  papel mejor. Otros discos sonarán.

Cerrado por Inventario

A cuento el chocolate, de la tía aquella con los gatos de la oscuridad. Dato duro de por sí, y su hija. Y luego el libro que te nombra, en la página 69 y en la 96. Una liendre anida en mi cabeza; es la pobreza de ideas, ya qué. Mejor guardo silencio y pienso, qué joder. Debo  dibujar un pato, o tigre o la lluvia pertinaz y hacer humedades el cuaderno. En este detallado recuento, a vos, recordar, que los tiempos se acortan en rutinas. Nuestra vestimenta es gris, aunque brillen los colores saturados. Y el poema -que es la vida- nunca es de papel. Y la piel canta al polvo en esculturas del futuro. Tan coqueta la señora Muerte nos espera. Un café, sin azúcar, por favor. No guiños más a las meseras. Ni palabras en tono del "gracias" con notas de canción. Y esa sonrisa pilla que atrapa al duende, a Caperusa, al Pinocho que se yo. Mañana vuelvo al Casablanca, a certificar  que la vida es bella por los datos que inscribe en nuestro corazón. No renuncio a los postres de vainilla. Ni

Cerrado por reparación

Esta patineta descompuesta Este acelerador sin aceleración este café que sabe a cobre o rayos este modo triste de cantar canción. Este arrastrar terco de palabras futil manera de pedir perdón este perdón que no perdona este vacilar en "sí", "tal vez", "no". Esta alabanza diurna de cantina este canto del Lousiana blues este acordeón que ya no toca nada este tigre con su nieve de limón. Este aullar de gato solitario esta luna oscura, que no es estas  mañanitas esplendentes que florean solo si las miras tu. Esta canción que no te nombra aún donde quiera que estés este silencio que me mata y este tu matar donde no estoy. Este callar es un asesinato este silencio suena muy atroz este decir sin decir nada es una forma cruel de escribir adiós. La vida nos olvida si callamos la vida es la espina con la rosa   la muerte nos abraza en el silencio y, sabes, pensar en ti no hago otra cosa Estas  mañanitas esplendentes florean solo

Cerrado por derribo

Este llorar de aguafiestas sin sentido Esta desolación sin luz ni paz Este amargo rumbo de la rumba Esta dirección.sin pin local. Este telar de piedras marinado. Esta ciudad sin pañoletas, gris Esta iglesia sin vírgenes ni -ay- dioses  Este río con sirena aún sin ulular. Este libro con hojas ya manchado Esta canción sin razones para dedicar Este del revés amor palpado Este sentimiento para nunca palpitar. Este caminar por tu rumbo, herido Este dulce bulevar  sin alcanfor este azul gris que mar no pinta Este cardenal que ya se despintó. Deberíamos de adornar la Nochebuena con una flor de besos, sin alcohol con un pinito de esos canadienses y con esferas como dulces de algodón. Esta no es la mejor noche ni el día sin ti será mejor Os lo juro sea Borges el testigo que tejí y espero mi abrazo abrazador. Este libro de versos me arrebata Esta  guitarra espera serenar Esta noche no me visto con corbata porque nunca dejaré de ser

El fin

Se acabó el mundo ayer. No es cierto, hace semanas. No. Hace meses. Fue un estruendo tremebundo. Comparado solo al silencio total. Ausencia de todo. La crónica aparecerá al final del libro con un posdata. Hay dos versiones, ambas con alto grado de credibilidad. Una: al anochecer no llegó la oscuridad. La luz siguió deslumbrando a los del sueño. Y al día siguiente lo mismo. Vigilia obligada y total. Dos: nunca amaneció. Así fue el principio del fin del mundo. Un gran desierto con esqueletos de pez. Evitable el fin. Terminó ayer. Hace semanas.

Escribir

Esperar la tarde o el amanecer. Una nube forme al ángel. O la lluvia limpie las hojas en otoño. O el sol dore al azar el pan, el nuestro.  Escucho Volver de un disco viejo, luego el Uno, tango igual. Concierto de los mejores momentos en el Olimpia de París. Nada hay, excepto. Comején de los días. Tiempo en salvedad, infinito discurrir. Lotería en diagonal: Dama, catrín y músico. El placer de jugar por jugar. Si comprendieras, en mí, la ausencia.  Escribo escribir. Y Ausencia también.

Ajada voz

La voz  sin voz y sin sentido, ajada. La voz  de incoherencias, claro,  guturos apenas entendibles Gruñir por pan de lima Loco afán por darme a entender como señales de humo.  Entonces digo se acabó la voz de los discursos La engolada voz de gravedad fingida El conjunto de sonidos que nada dicen Ajada voz, señal de paso

Yo acuso

El libro, culpable, y su olor de imprenta, y la hoja seca, en fin. La genética, viejos, del color, también. A los cantantes que siguen endulzando sentimientos en canciones, lugares comunes de la vida común. A los oradores que arengaron sobre la savia de la vida: democracia, libertad. A los maestros que metieron la letra a pesar de esta  naturaleza de piedra. A los que hicieron su trinchera de arena de mar, con sus juegos de playa. A los guerreros, sin rendirse, muertos en la batalla. A los abuelos Morelos, Martí, Allende y Mandela, ellos sí, ellos. A los vendedores ambulantes, de esquite, hierbas curativas y duraznos, los vi alegres, cantando por las calles. Y sin duda al sepulturero, tranquilo, sabedor de su oficio, Don Román a sus 97 años de edad. La culpa es de Borges, Cortázar y Arreola, traficantes de palabras, dadores de belleza, La Belleza. Al policía aquel que da su bendición y sonríe cada vez que  encuentra parejas en su goce.  Al cura que honda en el dolor humano y se ofrece

Brindar soledad

Brindar la soledad redundando a solas. Mientras otros se abrazan en parques del fastidio y la rutina. Brindar en esencia por la nada que es grande y trasciende como destino final, y nos consume mientras nos cerca desde los orígenes. Huellas son el tiempo que señalan el paso. Huellas como cicatrices crueles de segundos que se fueron ya y no vuelven. Brindar es el estar aquí lamiendo las heridas. Es reseñar libros vacíos. Es releer el paso del tiempo como algo inevitable. Es brindar por ti, por mi, por todos; alientos que languidecieron en búsqueda de lo que debe ser en las convenciones sociales. Brindar por el polvo y el elixir de la vida no probado. Es también cerrar los ojos por las noches sin dormirse. Brindar es escribir cuaderno como rendija de luz.

Otra constancia

Sin duda la esperanza, el sueño reparador, el aspirar sin humo y reticentes a la perfección que no existe; el sentir el pequeño frío o el calor como una caricia; y sentir que la piel es talismán único y con clave. Constancia también del pensamiento como bálsamo, en el que desfila esta película de historia interminable. Este pensamiento, estas canciones y estos libros de ensueño. Nada hay más que supere. Nada. Ni el fulgor del oro inalcanzable, y menos  la fama, perra desdentada, que es como alimento para el ego. Dejo constancia, doy fe, que existo en la plenitud de los años, y que el poema es la vida que vivimos, con todo lo que la conforma, filosofía vital, de barrio y suburbio, por la que  adoramos el agua simple, la mirada y la palabra. 

Constancia

Constancia de los días es esta pus, espina, hoyo, este lamento, estas lágrimas. Es una forma de mostrar el monstruo  que somos en su cara e interior descarnados, o al que llevamos dentro sin mostrarlo por causa de nuestra máscara.Constancia de los días es temblar ante lo incierto, medrar en la oportunidad, temer a la lluvia y al rocío, tramar daño, sentir escalofrío por lo que sucede, impotencia por no resolver los problemas del prójimo, robar la esperanza y olvidar los motivos de la risa. Constancia de los días es admirar la daga, el filo del vidrio, el hueco donde estaba el ojo, la semilla seca, el río sin agua, el aula cerrada. Debe ser motivo de estudio esta locura o sobriedad doble, que confluyen y muestran dos rostros de la hidra. Hago constar, doy fe que existo y existes, soy múltiple y uno, somos uno en esa maravilla de los encuentros y en esa nostalgia en el vacío de la nada. 

Gitana

En el camino la gitana me detiene y lee la  palma de la mano. Augura dicha y fortuna mezcla de palabras con sonrisas. Y poemas, agrega, del que te dicta. Sonrío y sigo el engaño, como si nada. La infaltable piedra  dominó senderos y decidió caídas. Donde dice  laberinto significa camino, y pozo dice donde escribe luna. Sabéis que las piedras son inevitables, y los sueños lanzan la mirada al cielo y escudriñaron más allá. Los rutinarios contadores de estrellas son quienes  han logrado que el mundo sea mejor, más habitable. Y aunque parezca lugar común, a veces lo común es necesario Nadie escribe cursis cartas de amor. Y los besos siguen significando lo mismo. Alerta. Que un descuido es el inicio de la película, o el fin para el inicio de otra. El destino es inescrutable. Cada uno sigue siendo cada cual, en la nostalgia. Suene el marichi.

Hambre

Tomo café. Que horrible café. Como un batidillo de influjo negro más azúcar.Lugar   ahora lleno de ruido. Parloteo. Tomo café. Y no es el de otras veces o voces. Ya ni se. Lugar de ocre y vacío. Esperpentos que piden la cuenta por favor y rutina. Hoy es sábado. Y no hay coronopíos, menos famas. Ni sueños. Ni metas. Ni objetivos. Sólo el día que se pavonea a sus anchas, rey y señor del tiempo de tiempos. Presente en claro que nada deja ni insomnios o vertientes de un hacer votivo. Debe ser la edad de la certeza en que fue y será, tan sólo. Ahora sucede nada. Que pena por la vida de zombie desperdiciada. Que pena por la ,ausencia de poemas o sueños. Ahora me explico mi hambre  No hay comida aqui en el siquiatrico. Ni pastillas para soñar. Tampoco colores para pintar la existencia en el pasado.  Que raro. No estamos y se agranda la presencia.

Rayito de luz

Si fueran los días de colores, este es el de la luz, mezcla de todos. Un rayito por rendija de puerta. O por el quicio. Y rebota en el espejo. Viaja a las miradas. Y refulge develando lineas que forman cruz. Curvas. Pájaros de confeti y canto nostalgian días de la razón y la nada. Muerte y  vida. Memoria de los ángeles terrenales. De las noches en aullidos solitarios a la luna. De las escafandras que nos protegen de hechizos y conjuros literarios. Nostalgia por los días que vienen,  por los carteles con dibujos infantiles para la escenografía del mefistófeles. Yo soy el que escribo. Y me dicto a mí mismo. La trampa de decir que es otro. O decir que soy el otro que dicta, es lanzar las palabras y esconder la mano. Parecido eso sí. No sé. Conjuro el atardecer y la brisa. Las hojas son mi cama. Mi universo soy yo mismo. He dicho. La nada.

Diciembre aquí

Diciembre aquí. Los caballeros de guardia tejen el plan mientras tuercen cuello al ganso. El dificil día con sus cines y sus hojas muertas. Este es el parte de los días con gorjeo de pájaros que domina el ambiente. Y anuncian un circo con boletos al dos por uno. Llegan los trashumantes. Lectura del futuro entre las manos. Faquires y tigres de Bengala. Payasos que cantan opereta y tango. Pondré un anuncio clasificado en la prensa: Se busca  escritor o poeta mire como Borges,  y sepa hacer nieve de limón. Es ensordecedor el grito del auxilio. Amanece. Anuncian el periódico.  Buenos días señor sol.

Sueños son

Terciopelo azul o rosa. Suave. Gruñe el perro al alba, guardíán de todo. Lluvia leve. Llamas en azul y amarillo. Entre tiempos de cosecha, mangos en las ramas y en el suelo. Poesía trama caricias con palabras. Un ron y rumba. Los recuerdos de la Habana, mi negra. Música sin fin. Y sueños explícitos en el malecón. Libros y más libros. El asunto es de emoción: Guillén, Retamar y Dulce María Loynaz. Cuando zarpa el barco, en la lejanía, se miran las manos del adiós. Cuando uno sale de Cuba, deja enterrado, un cúmulo de sensaciones. Miradas de esperanza. Miradas de solidaridad. Y ese sol que dora. Y esa luna sonriente vista desde el balcón. Bucanero y limón. Sueños, la vida, son.

¿Dónde?

Inicia la semana. Mes de tráfago. Perdí la cámara. En sueños. Siempre sucede. A veces es el auto. Otras veces es el libro especial. La ropa. Otras el nombre, la identidad. Pero la cámara. Ahí si, claro, duele. La cámara. Razón de ser. Receptora de sueños, líneas, colores, miradas. La que me ayuda en el ser, la que está junto a mí, en mí. La cámara que al abrir su obturador, como centella, permite la entrada de la luz para el poema, el texto, la memoria, la vida, la película. La que abraza mi ser con su sola presencia. Es tangible e intangible, en sueños. ¿Dónde? ¿Dónde estará? Donde quiera que esté.

Fugaz

Fugacidad la vida, como un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué decir ante el absoluto momento en que todo acaba? Destino en fin. O principio de otro modo de la manifestación del ser. No lo sé. Transcurre la vida como un destello de flash. Luego de la tarde de un día sin sentido, como otros, quedan cenizas, polvo. Un cofre abierto recibe pesares, risas, palabras, mapa de un laberinto y de un tesoro escondido en El dorado. Y finalmente se cierra. Absorto miro el desván del sicólogo -solo-  el libro abandonado y la patineta rota. El polvo se acumula en muebles y corazón. Y el doctor avieso ríe de tantas preocupaciones escuchadas. Anochece y amanece en el transcurrir de los días. Hubo una vez el cuento del hombre en el Hotel  California. Nadie hay. Solo el eco. El amor no es fugaz; la vida sí.

Ni nunca

Nunca la vida se rinde ante la muerte, y esta es paciente. Nunca la piedra se eleva por sí. Y nunca muere la esperanza. Estamos así en pendientes y barrancos, a punto de ir o venir. Vemos suelo y cielo. Y sabemos que no es lo mismo sima que cima, usted sabe, la ortografía. Es entonces que nos atrevemos a llamar al mago (ese dios de los pobres, ilusionista de verdad) para que de la chistera vieja saque el dulce de miel o la paloma.  Corrijamos el texto, donde iba mayúscula dejémosla así. Dios es dios, también, si el concepto no nos huye. Ni nunca es una afirmación. Es el poder de la negación negada.

Neblina

Esta humedad, conjunción de delirio y velo, donde se adivina vida y esperanza, atrae como imán a la mirada. Escudriñamos hacia los cuatro puntos cardinales. Y la rosa de los vientos nos orienta. La terca brújula señala rutinaria al norte de la personal infancia y adolescencia. Con ayuda de Diógenes, entusiastas y esperanzados, seguimos rumbo, al sur. Cuando sale el sol, al fin, baja la humedad hacia el pasto seco y la hojarasca. La vida se manifiesta, y el verde brilla refulgente mientras los ocres desaparecen breves a la vista. He perdido los ojos, nunca la mirada.

Miradas

Mirada de pantera o león. Tristeza sobre rostros tristes. Oblicua lista para el llanto. Mirada sobre la ola en el mar de furia. Sobre la flor con rocío. Mirada sencilla y nostálgica en la edad de la memoria. Mirada en la curva del camino. En la pendiente. Mirada en el lomo y crin de caballo. En el color y forma de las frutas. Sobre las vocales cuando anidan al vuelo. Y sobre el riel del ferrocarril. La mirada escudriña en las miradas y en las cicatrices.  Además hay miradas que miran a la piedra y las estrellas. La mirada viaja en la nube y regresa en los juegos de los niños. Mirada sobre la obra que se levanta. Y la que busca algo  cuando la falda levanta el aire. Mirada a sí mismo y al otro que es uno, como extraño. Al sol para quemar retinas. Y a la oscuridad. Mas la mirada sobre el poema, y más allá de lo que hay en las grafías. Imágenes que no existen porque en efecto existen.

Como un soplo

Entre dudas y certezas se debate el cuervo y el gorrión. Mientras tanto vuelan. Hay certezas como leyes: cae el peso por la gravedad y las palabras algo dicen. Sé por ejemplo que en vida hay esperanza; y que la muerte es la certeza mayor, de la nada. Y no hay canto peor, ni aún en la marcialidad los himnos. Ahora es de mañana y es jueves. Tomo café. No grazno hoy ni canto. Solo guiños al sol, por si acaso. Respiro con profundidad y me veo en el espejo. El día es la construcción de hechos entre salvas y vivas, y azar o circunstancias. Cuando el gorrión (es menuda como un soplo) cabe en la mano, esta acaricia. Cuando el gorrión sueña, el mundo se transforma. No hablemos del cuervo, también creatura de dios. Tengo fe como certeza. Los sueños son la certeza mayor que prueba la existencia del hombre.

No sé

Cuando el corazón palidece, de rojo pasa a rosáceo o morado (no son colores feos, por cierto, me gustan las camisas de ese color). Es un decir. Más bien se siente uno pequeñito, eso sí. El caso ahora es que es otro lenguaje. Otro ritmo, este somnoliento. Arrastramos la sonrisa. Y maúllan los gatos en su suerte de felinos pequeñitos. No sé. de pronto viene todo así, como avalancha. Cantaremos de nuevo. Eso es seguro. No hay mal que dure cien años, lo sé. Bien lo sé. Sólo el amor, ese si.

Tardes de soul

Jugábamos a la guerra y morimos; luego a policías y ladrones, y nos atrapaban o atrapábamos, según el bando asignado. Eran los tiempos de la infancia que un día terminaron y están en el recuerdo. Un día me vi distinto. Temblaba el corazón ante el aroma y colores de las flores. Eran tardes de soul y serenata. Y bajamos nubes de algodón y algunas estrellas; no muchas. Y descubrimos los juegos de palabras. Nos abrazamos en palabras y transcribimos la historia del mundo (nuestro mundo). Y supimos que había otras realidades. Empezamos a caminar por horas en carretera. Y éramos todo oído al tintinar de las palabras en nuestro oído y el vibrar arena en la garganta. Oscurecía y para nosotros seguía habiendo luz. Una vez la policía. y El carro rotó está, aunque no lo estaba. Miel con hojuelas. Seguiré escribiendo. Seguiré viviendo. Porque la vida va.

Mañana

Hay textos ya escritos. Los que se escriben. Y los que se escribirán mañana. Es la posibilidad de escribir y ser perfectos. Etéreos donde nada daña. Es volar y soñar aterrizados en la luna y piel. Es la mano que busca otra conocida en conciencia mano donde hemos decidido caminar erguidos. Escribo versos. Y voy silbando una canción aprendida de la infancia. Nada iras ni reclamos. Alejado de todos me encuentro conmigo mismo. Y me veo enano a veces, y gigante no lo niego. Leo y escribo, digo. Y me refugio en la esquina como siempre, en la calle de siempre. Nostalgia y melancolía. Pero basta. Jalo con dureza el mañana para que se instale en el hoy. Y entonces canto feliz, orondo y rubicundo.

Rutina 2

La rutina es una manera vegetal de crecer sin frutos, sin motivos, sin deseos. Es criticar a los locos o borrachos. No mira la estrella ni luna el instalado en la rutina. No lee en las hormigas o los pájaros lecciones de vida, el de rutina. Es una amplia sala muelle donde estás a tus anchas, aunque no tanto. Y los kilos ni te preocupan. La rutina es el no estar, menos ser. Es un libro en celofán, y peor, uno que no se escribe. Es un lápiz sin punta o pluma sin tinta. Es el decir por qué o para qué poemas si no pagan la renta ni tampoco la cuenta en el mercado. La rutina es tener ya en el olvido las canciones del aute o sabina; o escucharlas sin nada que se mueva dentro. La rutina es decir discurso y creer que te escuchan, y nadie sabe lo que dices. La rutina es la mejor forma de instalarse desde antes en la muerte. En conciencia es peor que no saberlo. Peor, la rutina es un disfraz de la nada.

Rutina

La rutina es el cáncer de la vida. Ojos apagados que no vislumbran luna. Pasos sin sonido. Pasto sin rocío. Son palabras dichas para nadie o fantasmas. Es el amanecer sin esperanza y el anochecer con frío. La rutina es el conjunto de lineas sin forma. Es la tierra estéril donde ni la pala entra para la siembra de semillas. Son espinas sin rosa. Es el ojo que mira sin ver. Es el caminar entre objetos que no se necesitan y se anuncian con llamativas luces de neón.  La rutina es  el proyectil que se lanza sin rumbo ni trayecto. Es el color grisáceo que se impone en rostros con sonrisas como muecas. En la caverna sombras se mueven sin saber de la existencia de la luz.  La rutina es la repetición de nombres que no dicen más nada; palabra hueca, risa sin motivo.

Retrato hablado

Absorto en las campanadas para el ring. Inspiran boxeadores, y al ring de la vida. De poco sirven los rounds de sombra. Eran otros tiempos aquellos pero en el fondo son los mismos de ahora.  La niñez y el dulce imaginado. Los libros y los discursos para cambiar al mundo, por otro más habitable. Tomo fotos al  orador y le guiño un ojo. Y es como un retrato hablado. Recuerdo aún el quebradero de cabeza con el mentado cubo y el álgebra. Ya ves, el tiempo es nada sin la conciencia del polvo que danza oblicuo entre el viento y la nada. No es asunto de fiestas con traje o frack. Camisa sencilla de cuadros y mezclilla dura. Eso sí, que no falten las canciones donde se escriben las autobiografías de la memoria. Hay razones de peso, y esos años de luz, con sombra, claro. Sigo escribiendo. Sigamos escribiendo.

Hojas

Hoja simple que se engalana de verde; hoja vierte el agua sobre su casa. Y  una buena tarde se desprende de la rama y, arrullada por el aire, cae, en vértigo. Es otoño aún, canción. El viento arrastra polvos vivos encarnados. Y la hojarasca se vuelve como suelo para románticos bohemios que sueñan con la fotografía. Hay caminos cuando hay pared imaginaria. Y tenemos mazos para derribar muros de Berlín imaginario. Un día, cuando nadie tenga la razón o la tengan todos y compartan, entonces hojas será el distintivo de un renacer permanente, porque luego del invierno cíclico, llega la señora primavera. No sé. A veces los textos no son si no se escriben en hojas de los no me olvides.

Pájaros roncos

Caer domingo en los sueños. Cripta laqueada e inscripciones. Y cae lluvia y las muchachas piden más, refieren a canciones, y la guitarra está a la mano. Caspa y cáspita. A cantar esas melodías de ángel o demonio. Dolor aletargado.  Seguro que Sabines cantaría, es seguro, se nota en la mirada, o que tal el Acuña de Rosario. O Becerra aunque nunca más recorra islas. Dicta palabras en ceremonia. A ver. Llueve y cantemos fuerte. Amanece y es domingo y el sueño sigue como maraña de recuerdos. Revoluciona Beatles sus canciones. Love is real. Yo monto en un caballo negro como ejercicio para recorrer el bosque. No hay lobos ni caperucitas. Solo canciones. Ay, y estas risas que dictan la sentencia de los días. Una canción de la cuna a la tumba. ¿y esa? Vea usted que yo camino; a veces me siento en un parque y como pollo o pescado. Y digo buenos días, es domingo, a  fantasmas extraños. Y hay un canto que nace de mi y me atrapa: pájaros roncos cantan a través de mi garganta. Abro mis brazos. Y me

Venceremos

Es de otra forma, otra esencia. Con denuedo avanzar hacia el futuro. Discurso hueco, palabras trilladas, lugares comunes. Caigo y me levanto para caer de nuevo. Me derroto a mi mismo y triunfo. Cojo un libro y me ausento del mundo. Desaparezco al fin, ni necesario. La vida es la oblicuidad que la fecunda. Como polen al aire. Uno se llena de sueños, ideas, y las transforma en rutina. Habría que ver, borrar la huella, y decir ven o adiós, con firmeza. Y no arrepentirse del sentido hacia una parte u otra. En fin. Sigo con el libro que habla de mi, hasta que aparece la muerte. Me abraza desdeñosa. Guiñame un ojo, corazón. Asómate a mi. Completitos ambos en esa simbioses de vida o muerte. Vida y muerte, vencimos, venceremos.