Ni nunca

Nunca la vida se rinde ante la muerte, y esta es paciente. Nunca la piedra se eleva por sí. Y nunca muere la esperanza. Estamos así en pendientes y barrancos, a punto de ir o venir. Vemos suelo y cielo. Y sabemos que no es lo mismo sima que cima, usted sabe, la ortografía. Es entonces que nos atrevemos a llamar al mago (ese dios de los pobres, ilusionista de verdad) para que de la chistera vieja saque el dulce de miel o la paloma.  Corrijamos el texto, donde iba mayúscula dejémosla así. Dios es dios, también, si el concepto no nos huye. Ni nunca es una afirmación. Es el poder de la negación negada.

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