Yo acuso

El libro, culpable, y su olor de imprenta, y la hoja seca, en fin. La genética, viejos, del color, también. A los cantantes que siguen endulzando sentimientos en canciones, lugares comunes de la vida común. A los oradores que arengaron sobre la savia de la vida: democracia, libertad. A los maestros que metieron la letra a pesar de esta  naturaleza de piedra. A los que hicieron su trinchera de arena de mar, con sus juegos de playa. A los guerreros, sin rendirse, muertos en la batalla. A los abuelos Morelos, Martí, Allende y Mandela, ellos sí, ellos. A los vendedores ambulantes, de esquite, hierbas curativas y duraznos, los vi alegres, cantando por las calles. Y sin duda al sepulturero, tranquilo, sabedor de su oficio, Don Román a sus 97 años de edad. La culpa es de Borges, Cortázar y Arreola, traficantes de palabras, dadores de belleza, La Belleza. Al policía aquel que da su bendición y sonríe cada vez que  encuentra parejas en su goce.  Al cura que honda en el dolor humano y se ofrece al martirio de la carne. Al Aute, Al Serrat, Al Silvio. (perdonad, las mayúsculas Al). La culpa a vos, por ser así.. Al frío y al calor, por cambiar mi piel, en el roce. En fin.

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