Memoriosa piel

 1, Había una vez un recuerdo pequeñito, que se colaba cuando hacía frío. Quizá el ambiente. Quizá la tanta algarabía. O el canto de los pájaros. El recuerdo era de un abrazo. Y no es que llegara a manera de pensamiento como decir "recuerdo aquel abrazo", no. Era una vibración de la piel. Si. Era memoria de la piel.

2. A ese recuerdo le llegaba otro. También del mismo tamaño. Y sucedía precisamente cuando había frío, y se veía la neblina como velo para no ver más allá. El velo era real, no metafórico. Y lo mismo llegaba no mediante imágenes. Sino mediante sensación de los labios. Un sabor dulzón que sentía en esas noches de estío, de calor o frío.

3. Y así iban llegando los recuerdos a manera de percepciones. Conjunto de vibraciones de su cuerpo. De partes de su cuerpo. Así consideraba darse cuenta de que existía como cuerpo. Todo eso lo razonaba después.  Sensaciones a través de percepciones. Luego le llegaban como pensamientos y de allí los verbalizaba. Solo, a manera de monólogo. Decía de ese abrazo, y de esos besos. Como una composición para texto.

4. Otros recuerdos le llegaban como pensamientos. Pero no solo pensamientos llanos. Sino que al ver algo, como por ejemplo un vendedor de manzanas, o un comprador de cacharros viejos, venían en cascada los recuerdos. O en otra ocasiones eran olores: a viejo en los interiores de autos usados de diez años de antigüedad, a pasto cortado, a cuarto barato de hotel.

5. Y sin duda le venían los recuerdos comunes de infancia, de discusiones estériles, de salir al cine con la primera novia, de los duelos por pérdidas. Desde la pérdida de cosas, algo común como un cometa, o un libro que nunca volvió de un préstamo hecho a una amiga. Hasta las de los apegos. Una novia que se cansó del noviazgo soso. Un amigo que murió en la batalla contra el cáncer.

6. No, recordar no es vivir. Es pasar por el cedazo de la historia personal aquello que nos ha sucedido, y que ha dejado huella, a veces feliz, a veces falaz. Y es entonces que nos fugamos de este presente caleidoscopio, y remontamos el tiempo. Nos vemos literalmente en otro tiempo. Como decir: tomé el bus del tiempo con rumbo al pasado.

7. Y allá andamos, navegando. Heridos de vida. Muertos de miedo por llegar a ese recuerdo que nos dio un cúmulo grande de felicidad. O esos otros recuerdos que nos hacen llorar. Niño que llora será sensible. Hombre que llora es el verdadero hombre. Es el super hombre de Nietzsche. Es ese loco que abraza y pide perdón al caballo por la golpiza. Es el que llora cuando mira que matan a un cerdo y la sangre, canto de vida, se derrama en la calle.

8.  Una pizca de sal para la tortilla recién calientita. El beso que selló nuestras bocas por primer vez, por segunda, etc. La moneda que se le da a cualquiera. Un vaso de agua no se le niega a nadie. Alégrate que la lluvia beneficia a los campos. Los salones cerrados por el tanto frío. El vapor que sale en la exhalación. Las volutas de humo. La charla interminable. El buscar la tibieza de la piel entre el abrigo, el suéter y el vestido. La primera vez que he visto nevar. Descubrir el verde como combinación del amarillo y el azul. A 100 grados hierve el agua.

9. Me acuerdo, no me acuerdo. Por ejemplo, no me acuerdo del hambre. Ni del desasosiego adolescente. Me acuerdo sí de algunos libros que marcaron ruta. De un dolor agradable en el bajo vientre. De un perfume que, para mi sorpresa, me regaló una chica con pecas en la secundaria para mi cumpleaños. No me acuerdo de ¿de qué no me acuerdo? Había una vez un recuerdo pequeñito que ha anidado dentro de mí. Y es una sonrisa, muy mía, muy tuya. Es el atardecer que se funde con la noche, para dar la bienvenida al nuevo día. 

10. Yo me pregunto si el ser humano sigue siendo ser humano sin recuerdos. "No me mire feo, pero a usted no la conozco". "Es que fuimos amantes" Es la canción de José Jose que se llama "Amantes". Súbale de tono a la amnesia, porque esa me queda muy abajo. Y el de la guitarra sube el tono, pero la canción se le olvida. Usted me dice... ¿Qué me dice?




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