Escribir, escribo mi padre

Escribo. Mi padre me llevó por primera vez a la escuela para que yo pudiera escribir. Y leer. En el camino nos cruzamos con el tío Nacho. Hombre de barba que representaba a Judas Tadeo en el lavatorio de pies cuando el Vía crucis de Semana Santa. Y nos cruzamos precisamente frente a la iglesia de la colonia. ¿A dónde vas, Juan? A la escuela, llevó a mijo Toño. Y en tono burlón ¿Y para que vas si allí aprenden solo cosas del Diablo?. Mi padre  siguió su ruta sin responderle. En casa por la tarde llegaba de su trabajo con un periódico viejo. Y una bolsa de pan dulce o frutas. Y se ponía a deletrear el diario. Yo lo miraba de lejos. En vacaciones me llevaba a su trabajo entre geranios y margaritas. Yo juntaba las  hojas viejas que tiraba en abundancia el otoño y el pasto recién cortado. Escribo y él no lo supo. Escribo gracias a mis maestros y a él como maestro de la vida. Se cuenta que tocaba la puerta de la casa donde trabajaba para entregar una joya o reloj encontrado en el pasto. "Ha de ser de los muchachos", decía. Escribía cartas a sus hermanas de Guanajuato. Con una letra juntita poco se le entendía. O mejor dictaba la carta. Y terminaba diciendo. Querida hermana, me despido y que sepas es  mejor verte que escribirte.

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