Hombre
1. Me dicen que hoy es Día del hombre. Y no escribí de la fecha. Del hombre padre, como si fuera el de todos. Él era humilde y bueno. No se si encaje en el de todos.
2. No era tan alto. Andaba en el 1. 70. Pero tenía estatura moral alta. Como de la tierra al cielo. Y de vuelta. Un buen día me llevó a la escuela primaria y le estoy agradecido.
3. Tenía su propia piedra filosofal. Pero no intentó heredármela. Me dejó al viento escolar, para que me llevara según mi impulso. Según los designios del destino.
4. Su rostro se transformaba cuando me veía ir o regresar de la escuela. Nunca me presionó para hacer la tarea. Y de seguro alguna vez no la hice. Otras tareas me han atraído.
5. No le escuché decir esas palabras a las que califican moralmente como malas. No hubo necesidad que me las prohibiera. No supe de prohibiciones.
6. A la hora prevista, entre 5 y 6 de la tarde lo esperaba afuera de la casa, para verlo doblar la esquina desde la media cuadra, con una jolsa de pan o frutas en la mano. Algarabía.
7. Era jardinero. Así que andaba entre el pasto, frutas y flores. Yo le acompañaba de mala gana en las vacaciones. Ahora disfruto cortar el césped, quitar hierba, podar. "Soy un Don Juan", me digo.
8. Enviudó de mi madre a los 73 años. Y sobrevivió 14 años más. Andaba de un lado a otro como zombi los primeros años. Luego se sentaba en la banqueta frente a la casa. Y silbaba una canción al paso de mujeres. "Adiós, Don Juan", le decían ellas al viejo, riendo.
9. "Qué te pasa que te miro serio?", me dijo un domingo en la mañana. Invité a la güera al cine y no tengo dinero, le dije. Yo tenía 17 años, ella 16. Mi padre, ese hombre, rió. Y metió su mano al bolsillo. Y me entregó un billete suficiente para entradas, palomitas y refresco.
10. Murió un 13 de abril, a los 87 años. Había salido a comprar tacos, sin hambre, solo porque su ojo se alegraba más con la mesera que le chuleaba el jade de sus ojos. Ahíto del halago, satisfecho, cruzó embelesado aún por las palabras, la calle, sin fijarse que raudo venia un auto.
11. A la vera del hueco para dejar caer lento el ataúd, leí el poema "Oh, mi capitán", de Walt Whitman. Cuyos versos siempre sonarán a nostalgia: "...Oh capitán, mi capitán!/ Levántate y escucha las campanas,/ Levántate, para ti flamea la bandera,/ Para ti suena el clarín,/ Para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas,/ Para ti la multitud se agolpa en la playa,/ A ti llama la gente del pueblo,/ A ti vuelven sus rostros/ anhelantes,/ ¡Oh capitán, padre querido!/ ¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!/ Esto es sólo un sueño: en la cubierta/ Yaces muerto y frío.../
12. Silencio. Ha muerto un hombre. Vive un hombre
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