Mi muchacho
1. Cada año voy cumpliendo tu edad, padre. Y en la gracia espero llegar a la que en ti se detuvo. No sé si fue a los 50 o 60 años cumplidos que me di cuenta que tú eras yo. Que al mirarme al espejo te miraba. Y que tú habías dejado de mirarme poco a poco.
2. Cada año se desliza el recuerdo en la memoria. Se tejen dichos y hechos evanescentes ahora, realidades antaño. Tus pasos por la ciudad, yo de tu mano. Y los atardeceres en el pueblo eran impensables sin verte llegar. Abrazos y sonrisas. Pan o fruta multiplicados, sacabas de una bolsa.
3. Yo perdí la ruta de regreso. Primero cambié el patio de la casa por los de las escuelas. Anidaban sueños que volaban entre papalotes y páginas de libros. Las tardes caminaba por los parques y calles de la ciudad. O volábamos en reuniones de estudiantes para soñar la revolución comprendida entre utopías y teorías sin trenes de aterrizaje. La realidad nos daba las lecciones necesarias. El hambre era nuestra maestra, nuestro aliciente. Estudiar era la mejor manera de saber gotas de conocimiento en el infinito océano.
4. Luego me vine a este trópico a mojarme en las aguas de sus ríos. Y a nadar entre tanto verde que me desbordaba en imaginación. ¿Quién dijo que el paraíso estaba en el cielo? Bailé, comí, bebí, sonreí. Conocí de abrazos tiernos y miradas con guiño incluido. Más mar de posibilidades en sueños no pueden ser posibles.
5. Y de lejos sabía de tus cumpleaños mientras yo iba cumpliendo los míos como si fueran tuyos. De niño me fui diciendo que algún día iba a alcanzarte en esa edad de sabio incomprendido. de sabio nostálgico. "Yo me vuelvo al pueblo", te escuché decir tantas veces. Por eso yo no lo digo, pero comprendo tu nostalgia porque en las madrugadas de hace ya varios años me pasaba exactamente lo mismo.
6. "Mi hijo entró a la universidad", les decías a tus amigos y vecinos. Porque yo te dije en carta que acá había encontrado una escuela que me gusta. "¿A poco eres estudiante de nuevo?", me dijiste, sonriendo, cuando nos vimos en unas vacaciones. Y veía como que caminabas más derecho, más alegre, orgulloso, recordando cuando me llevaste por primera vez a la escuela primaria. Ya he contado lo del tío Nacho que se burlaba de ti, por llevarme a donde aprenden "cosas del diablo", te dijo él, que se la pasaba en la iglesia, con su barba larga, lista para representar apóstoles en Semana Santa.
7. Yo me despierto ahora y abro la ventana para que entre la luz, y siento que entras. Pero no, porque tú estás adentro. Yo te presto mi cuerpo y me quedo fuera de mí observándome porque te observo. Camino igual, algo encorvado, rengueando de una pierna. "Que te pasa, papá?", te digo, como cuando niño. "Es la bola... la bola de años", decías riendo. Solo que ahora te lo digo porque me lo digo a mí mismo.
8. Llegó un dia en que se detuvo tu edad. 87 años. Fuerte aún. Guiñador de ojos y soñador de besos. Te chuleaban los ojos, Juan; y tú te deshacías en sentirte vibrar como a los 30 o 40. Dicen que fuiste por unos tacos para desayunar, aunque andabas sin hambre. Dicen. Dicen que la que te atendía a cuadra y media de la casa te sonreía, que por eso ibas. Y saliste sin fijarte bien lo de los autos, y al cruzar la calle, se detuvo tu edad, en un vuelo que la inercia, el impacto, marcó el fin terrenal de tus historias.
9. Que más decir. Hubo llanto por uno. Por recordar tu bondad. Tu manera cariñosa de ser. Tu manera de ir de un lado a otro, como si caminaras diez centímetros por sobre el suelo. Tu manera de darte a los demás. Que la vida es única y fugaz. Sin más riqueza que el ejemplo de andar derecho, de no votar ni de chiripa en las elecciones por el Partidazo tricolor Las necesidades era tantas. La dignidad es el orgullo, como el resplandor del hombre honesto que se mira desde lejos.
10. Caminar erguido. Mirar de frente y a los ojos. No bajar la mirada ante nadie. Detenerse a descansar en las derrotas. No tomar lo ajeno, ni por error. No mentir para tomar ventaja. En lo posible no mentir. A veces la palabra, a veces el silencio, depende la circunstancia. Escuchar con atención, en prioridad. Y llegado el momento irse, sin arrepentimientos, sin certezas, con las dudas últimas, de no tener respuestas a lo que venimos. Tú, sin haber ido a la escuela. Yo con las mismas dudas que tú. Cada año voy llegando a tu edad, para alcanzarte. Digo, si llego. Me miras y me dices en mis 65, como cuando niño: "mi muchacho"
Comentarios
Publicar un comentario