Caminar por el malecón de Villahermosa
1. “Como a la 1 va a estar su auto”, me dijo el maestro mecánico. Eran las 9. ¿Que hago en cuatro horas de espera? De entrada, desayunar en la zona Cicom, de Villahermosa. Entré primero a Tulipanes, restaurant con comida y ambiente regional. Absurdamente lleno, con dos fiestas con un cantor que nadie escuchaba y ruido doble del chachalaqueo normal de personas, que tienen poco o mucho de verse, y quieren decirse todo lo posible en pocas horas. "Pueden comer en un privado que tenemos", me ofrecieron amables las meseras. Para ello tenían que poner mesa y sillas. Yo iba con Cinthia, una de mis hijas. Dudé en quedarnos o no. El hambre empujaba. Yo quería no un silencio sepulcral, sino música de fondo, y los comensales platicando de manera normal, no a gritos como si estuvieran a veinte metros de distancia.
2. Nos decidimos por Cafettos, junto a Tulipanes. En su origen, allá por 2015, fue el concepto para dar espacio laboral a personas Down. Ahora, solo vi a una atenta chica con esa condicion. Es de primera la atención. Y el bufete del desayuno, igual. Yo, para empezar, me serví fruta, con avena y crema. Pedí café, y solo al probarlo, me di ceunta de su sabror a olla, con aroma y sabor fuerte. En otra mesa había reunión de señoras celebrando algo. En otra más un grupo de amigos. Uno de ellos se levantó para saludarme con afecto y parsimonia. Qué diferencia entre un ambiente y otro, del Tulipanes al Cafetto. Claro que no siempre el Tulipanes está así. En todas las ocasiones que he ido, ha estado con esa tranquilidad que se requiere para el disfrute de la cocina tabasqueña aderezada con la musica nuestra, amorosa y tropical.
3. Desayuno de bufett, solo que no autoservicio. Vi atento lo que le sirvieron al señor que iba delante de mí. Cuando tocó mi turno, dije simplemente: "lo mismo que al señor". La mujer sonrió. Y se dispuso a poner raciones en mi plato. Bistec con salsa curry, huevito, por supuesto, chilaquiles y papas toreadas. "Otro poco más de bistec", dije. Puso más, no sin decir: "pero puede regresar por más". Gracias, le dije. Con ese plato casi desbordándose de alimento, "como si fuera de viaje", fui a mi mesa. Al terminar, “todo muy sabroso", dije a la mujer. "¿De veras?", respondió, expresando duda. "De veras", le dije seguro y satisfecho.
4. "Caminemos", dije saliendo (luego de pagar). Ante nosotros, el maravilloso Centro Internacional de la Cultura Olmeca y Maya (CICOM) (conjunto de edificaciones para promoción de cultura, historia y arte: biblioteca, museo, teatro, centro de enseñanza, casa para la artesanía -antes del escritor-, audirorio). La opción era caminar el malecón o visitar amigos en la biblioteca central y magna "José María Pino Suárez". Decidimos caminar por el bello Malecón de Villahermosa, lado Norte. El río es el Grijalva, que divide a la ciudad. De este lado la zona Cicom, centro, mercado, y del otro la populosa y tradicional colonia Gaviotas Norte. Los nombre de los dos malecones: Carlos Pellicer Cámara y Leandro Rovirosa Wade. Poeta el primero, de América, y apreciado gobernador el segundo. De este es la proyección a futuro de la zona que se conoce como Tabasco 2000. Del segundo la luminosa obra poética. Pellicer formó parte del grupo Los Contemporáneos.
5. Empezamos la caminata inmediatamente detrás del restaurant Los Tulipanes. Pasamos detrás del Teatro Esperanza Iris y detrás de la biblioteca. El malecón está remodelado, con inversión de SEDATU, del gobierno federal anterior. Una magnífica obra en su conjunto. Cierto que se ve desaprovechada. Nos sentamos en una banca, lugar de mirador, desde donde se disfruta la majestuosidad del río. Y reflexionamos en el tú a tú, ¿qué propondrías para activar esta parte, como atractivo? Y las ideas van y vienen. Desde acordar con empesarios que tienen marcas ya reconocidas y pongan pequeñas sucursales con bancas y mesas. Churros de Mayito, horchatas de la catedral, La Cabaña, café, etc. Sin cobrarles renta. Y comentar con ellos la importancia de persistir. Asegurar la seguridad, aunque suene redudnante. Y cosas por el estilo.
6. Detrás de la biblioteca es un bello espacio para lectura al aire libre, por ejemplo. Hay una fuente por ahora apagada. Y hierva que crece, como todo vegetal vivo. Se mira bello un cojunto de cactus. Hay hojarasca acumulada. Y junto con ello, o a pesar de, se alcanza a percibir la belleza de conjuntar arquitectura y naturaleza. Junto a la Casa d Artes José Gorostiza, hay un gran teatro al aire libre. Digo, sus gradas y escenario. No tengo noticia que se utilice. Y al salir hacia la calle, para reincorporarnos al malecón cruzando avenida Paseo Tabasco, vi un área de baños, estos sí definitivamente destrozados, y advertí que no tenían tan mal olor. Es decir, no son utilizados por personas con urgencia, que sepan del abandono de ese espacio. A un lado, tres hombres sin camisa, desaliñados, como si fueran inmigrantes, es decir pobres, es decir, personas con necesidad, estaban sentados hojeando periódicos y revistas. Saludé y me respondieron con respeto. Tuve la intención de acercarme y conversar. Me arrepiento de no hacerlo. Hasta foto leyendo les hubiera tomado.
7. Cruzar Paseo Tabasco por esa parte, es una odisea; esta avenida, tiene puente vehicular y peatonal para cruzar a la Col. Gaviotas. Sobretodo que ya era la exacta hora del mediodía. Mi cabeza estaba como a 40 grados centígrados. Cruzamos por donde está la estatua a Carlos Alberto Madrazo Pintado. Le tomé foto. Y la subí al Face. La titulé: “Ciclón, no brisa”. En referencia al conocido apodo “Ciclon”, de Don Carlos, en contrapartida “brisa”, que le puso el periodista Armando Guzmán a Roberto Madrazo, el hijo, cuando lo del fraude del 94: “La brisa marinera”. Seguí mi caminata. No se me quita la palabra de la boca: belleza, en referencia a la obra del malecón.
8. Nos cruzamos con muy pocas personas; contadísimas: tres. Alguna en bicicleta. Qué bien se ven, dije. “Esta es para caminar, para los ciclistas es aquella”, me señaló y aclaró mi hija. Belleza encontrarnos con bancas para descanso. Para que se regularizara mi respiración, y se bajara la temperatura de mi cabeza, hicimos uso de ellas, cuando estaban en sombra. En el trayecto hay mesitas con sillas para dos. Y las mesas, con tablero de ajedrez dibujado. Es cosa de conocer personas que jueguen ajedrez, llevar café o refresco en termo y jugar. Enfrentar en el juego a reyes, reynas, alfiles, sucumbir o derribar torres, coquetear con la reyna enemiga, tratar de arinconar al rey. Todo es posible, en la belleza del juego, para no hablar de las guerras reales entre países, o locales entre bandos. Porque los peones se sacrifican, se mandan al frente. Adolescentes de entre 18 y 30 años, se sabe. Terror, sangre.
9. Pasaban vendedores de pozol por la calle. “¿Quieres?”, me ofertó mi hija. “Sí quiero, pero quiero terminar el recorrido sin comprar, para sentir exacto, el desperdicio de tan bella obra”, en referencia al malecón, respondí estoico. Minutos después ya en el taxi, el chofer lo sintetizó de esta manera: “No bastan llevar de vez en cuando espectáculos. Se requiere un plan integral”. Yo me quedé callado. Porque el pueblo es sabio. Yo aproveché para tomar decenas de fotos. Suena el teléfono a las 12: 30. Es el mecánico: “Ya está su auto, lic”. Y en efecto, terminamos el recorrido a la altura de Plaza de Armas, por donde está la estatua de José María Pino Suárez, ahora como apretado en su espacio. En muy pocos espacios del malecón se puede estacionar. Y cierto, creo que la intención es inhibir el uso de autos y en contraprtida ampliar los espacios para el peatón y que tengan espacio los ciclistas.
10. Lo mismo, miopía es ver solamente todo lo malo o lo contrario, solo lo bueno. Nadie tiene la razón completa. La remodelación del malecón es una muy bella obra de ingeniería. No la había caminado. Solo la circulaba en mi auto por la calle, ya anocheciendo, y se ve una agradable obra con luz apropiada, como de película. Ahora he caminado a pleno mediodia una parte, y espero caminar la otra parte, de la altura de la estatua de Pino Suárez, hasta Ruiz Cortinez. Hay que seguir viviendo para contarla, como bien dijera García Márquez sobre la vida.
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