Cementerio de autos
Luego de años o meses de circular los autos llegan al cementerio donde finalmente reposan. Marcas y modelos distintos, de varias nacionalidades, de lujo o austeros, su fin es el mismo, donde, al paso de días y meses, acuden a quitarle una pieza solicitada: un faro, un espejo, un birlo. En ellos iban las prisas y las confidencias. En velocidades bajas o altas se deslizaban por calles y carreteras. Entre los suburbios de ciudad o colonias de la periferia. Unas luces de noche indicaban que el auto venía, estaba cerca, para cumplir la cita. Allí dentro se tejieron historias donde el amor hacía ronda entre los barullos de la vida. Y las manos hacían sus propios ejercicios de libertad. Recordáis los nuestros recorridos diurnos y nocturnos, con puestas de sol y asomándonos a la luna. Otros autos vienen de agencia. Nosotros recordamos aquellos, que fueron los nuestros. Y hasta hubo bicicleta encantada que tuvo el propio fin. Estaban allí los sueños y entresueños, ajenos a los autos y su lucro.
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