Madrugada

La madrugada termina cuando aparece la luz. Y aquí se espera ese mandato de hágase la luz, y se hizo. Pero no. Mientras eso no suceda la madrugada sigue misteriosamente larga. A contar borregos en lugar de estrellas. Y es que el sueño bosteza y se espanta. No hay silencio más atroz que el de la madrugada. Y esa aspiración de querer reír en la penumbra. En el recuento de los hechos desfilan los recuerdos de la vida. Como si este fuera el fin y en la madrugada apareciera la señora muerte. No olvides el violín. O la carta donde van las lágrimas. O el ya morí primero. Escribo en esperanto para ver si así, que son las claves de los iniciados, me entienda yo en la pesadilla. Donde no hay camino es necesario conjurar la canción a la que de vez en cuando acudimos. Vendrá de pronto el amanecer. Por que si no. Caminante. La hora no esperada ya arribó. Amanece ya al fín. Y a otro cuento con el compromiso de las palabras. También de dolor se canta.

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