Si yo fuera gobernador

Si yo fuera gobernador, me dijo un viejito sonriente, pie descalzo y dicharachero. Si yo lo fuera, comería mejor, claro, y pensaría en que otros coman mejor, también. Y mi café sería con leche. Y me compraría zapatos, pero no tantos, para qué. Los pies necesitan uno, aunque me comprara tres, pares, por supuesto. Y algunas camisitas, dos para fiestas, dos más pa la oficina. Y compraría terramicina, para el dolor de la mente, porque no me duele el cuerpo, al menos por el ahoy. Y aprendería a leer, para saber lo que me pasan, a firmar, no vaya ser, que por los ojos, la rata me pasen siempre. Y me compraría un coche, pero no por lo del lujo. Sería para llegar de un lado a otro y atender mejor. No espacharía en palacio, allí los trabajadores. Yo andaría de pueblo en pueblo. Para saber de verdad, lo que a mi pueblo le duele. Y no compraría más ambulancias. Sino que usaran los puentes (peatonales, se supone, que para eso se hicieron. Ademas los sanos con comida no se enferman. Y que los autos corrieran a baja velocidad, o la normal, digamos, para que no anden de chocones. No compraría más patrullas, con trabajo menos ladrones hay. Pondría a los flojos a trabajar, que solo así se vive bien. Y hablaría con Pemex, perdón, con sus directores. Y les diría la verdad, que la sabe bien mi pueblo. Lo de la contaminación, lo del daño a carreteras. Y haría más bibliotecas  adonde los niños llegaran a jugar también, como a la cancha. Dejenme que sueñe, decía el viejito contento, mientas se echaba un traguito, de esa que se llama Mi caña. Y otra más se tomaba, hasta quedar bien dormido. Y de nuevo a soñar "si yo fuera gobernador..." Era el 83. Y yo anotaba. Estaba ya González Pedrero.

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