Convocatoria

 A punto de cerrar el día, convoco a los sueños. A esas imágenes con secuencia que se presentan como si nada, irreverentes y festivas. En blanco y negro, sepia o technicolor. Los recuerdos son tantos, y ninguno de pesadilla. Siempre serenos, raros, enigmáticos, dentro de una lógica perfecta. Desfile de interioridades que saltan a la vista. La madre ausente que me visita como entre nubes con la paz de su sonrisa. Un juguete de la infancia chamuscado, perdido en los años aquellos. Una ciudad roja, vacía, con calles y aceras de mosaico. Un edificio sepia, de apartamentos, de 1940, en el que encuentro postales y cartas de amor con listón y letra garigoleada. Un escondite de adolescencia donde en par desertamos de la niñez. Unos besos de tornillo que permanecen grabados con fuego. La desnudez como inocencia. Tu flor, no olvidar tu flor ni los libros. Y el pasar la mano por gis, geranio, girasol. La mirada transporta. Así como leer, lirio, libro. 

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