Cuando hables con él


Cuando hables con Él, dile todo. De los paseos por el bosque Caperusa, del lobo feroz al acecho, de los sueños cenicienta, de los murmullos al oído, de ese grato correr por la playa y meterse entre las olas como sábanas y caer y levantarse, de la orquídea en el avión derribado, de las palabras húmedas, de los calcetines mojados, del disco repetido, del no vuelvo más, volvamos, de los cuentos para otros, de las avenidas en la ciudad como montaña rusa. De la carnada puesta en el sueño dorado. Del pescador pescado. De las palomas blancas y las palomitas en la estancia de paso. De las tribulaciones por el olvido, los insomnios, el llanto callado. De cuándo estabas sola.  De las tardes en patineta para sobreponernos al llanto. De la jaula dorada. De la hoja que cae. Del himno hiedra. Del portugués. De cuando estabas sola y necesitabas mi mano. De la ruleta rusa. Cuando hables dile de nuestro concepto del tiempo relajado, de los breves amores eternos que duran un mes, diez o cien años, de  la relatividad de Babel o el esperanto, de cuando la nube fue toldo y tapete para el sublime viaje sobre cuentos para un te extraño. De la siempre fiel luna testigo, el auto, la noche, y ese volcán en erupción, explosión del universo, con los ojos cerrados. Más allá de todo, más allá del cuánto. Del libro escondido de poemas. De que  Dios te salve María por escuchar al Serrat, al Aute, a Mouskouri, al Silvio, al Pablo. De hoteles y aeropuerto. Del llanto en las centrales de autobuses. Él lo sabe de antemano todo. Y tiene las rutas de salida y entrada con avisos de neón. Flor en flor. Cuando hables con él, no calles, ni le mientas, toma en cuenta que él lo sabe todo de antemano. Y que te llamará a cuentas por lo fortuito de encontrarnos.

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