Café de domingo

Todos los días, todos. Mas un domingo por la mañana sabe distinto un café aromático y memorioso. Se conjunta todo el universo con sus gustos y manías en este instante. El sabor exalta esa animosidad que motiva a hacer. Hagamos por ejemplo ese mueble de madera perfecto resistente al comején, como metáfora del olvido. Limpiemos de basura el patio particular de la casa y el frente de la misma. Coleccionemos hojas secas. Escribamos una utópica novela a la que llamemos perfecta. Compongamos el mundo con sus sietes tornillos flojos. Mítico café, entre lo romántico y bohemio. Imitemos la imagen socorrida en ese instante. Es preciso no definir el instante. Solo dejarse llevar por las imágenes sugerentes y festivas. Se vive solo siete veces, refutó el gato. Y todos guardamos silencio. Está nublado. Y la sonrisa a flor de piel. Tanto delirio. Tanto tiempo. La vida misma. Es domingo por ahora y hay suficiente café. Aroma del campo bueno, noble, generoso.

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