Una vez más

Y una vez más, la mañana. Mañanita con mezcla de leche tibia con café. Hoy las nubes viajeras ocultan por este lugar el sol. Los canarios pasarán como del diario. Y las flores tienen su rocío. Canta la calandria. Una chicharra insiste en mi oído.  Miércoles nuevo con oportunidad de sorber la savia de la vida. O morir (es un decir) en el intento. Anoche en sueños viajé hacia el infinito. Y te vi. Totalidad completa. Un concepto de Dios enfrentando al consumo. Y me acordé de la Magdalena, de tanto escucharla con Sabina. No la del plañir eterno ante la injusticia y la cruz. No. La amorosa que viaja al centro de Roma de vez en vez y calma a los furiosos. Alegra a los indecisos. Da seguridad a los tristes. Convoca a los mercaderes. Alecciona a los tontos. Contiene a los envidiosos. Y escucha a los poetas. Los imperios son hasta que dejan de serlo. Con el correr de los años atravesó el mar como aquellos  pájaros en fuga a Portugal. La magdalena en la canción se asomó al abismo donde encontró la felicidad. Y no cobró derecho de piso al sonriente y amoroso rabino.

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