Su nombre

Normalista cabal. Atento y servicial. Con iniciativa y visionaria. Entusiasta. Llegaba temprano. Se iba tarde. Entregaba documento y organizaba cursos de actualización. El origen de su nombre de pila y registro civil. No lo contaba. Aceptó su nombre con resignación. Las burlas nunca lo dejaron en paz. Era acosado siempre. Nadie. Mejor o peor nombre no podía tener. Todo lo bueno que se hacía en la escuela decían que era él. Y todo lo malo, lo negativo, lo peor, también decían que él era. Entre luces y sombras, desatino o atino de su nombre, su destino. ¿Quién es el mejor:? ¿Quién se quedó con el dinero de la cooperativa?  ¿Quien le pone apodo a los alumnos? Nadie discutía. Todos coincidían en ese nombre. ¿Quién se actualiza de manera constante, quién es solidario? Quien visita las casas de los alumnos que tienen problemas para aprender? Y la vida del colegio seguía su ruta de manera normal. Predispuestos a los resultados que sabían.  A las probabilidades de buenos resultados. Y el nombre de este maestro, dedicado, reflexivo y crítico. De este líder académico, resurgía siempre en esas contradicciones de la vida. Su padre y madre eran lectores. Y de La Iliada  o La odisea habían extraído ese nombre para endilgarlo a su primogénito. ¿Quien era el de todos los aciertos y desatinos? El maestro Nadie.

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