La gente

Nace. En oro o miseria. Y aprende a caminar y un lenguaje. Va creciendo entre mitos y leyendas. Juega con mucha responsabilidad. Aprende a cruzar la calle. Hereda gustos e ideologías. Y conforma su propio concepto del mundo. Y coincide con muchos y con otros no. Cae y se levanta. Se mira al espejo se reconoce como el tigre ante su reflejo en el lago. Sueña y persigue sus sueños. Llora ante las derrotas. Las olvida en los triunfos. Sufre decepciones. Sonríe ante la adversidad. Enfoca su vista. Afina el oído. Tiene hijos. Les dice la niña de mis ojos. Asume la vida con mascotas. Escribe cartas al mar o para nadie. Toma café o vino. A veces agua. Ha quedado a merced de ideologías políticas. No escapa fácil del consumismo. Activa claves y tarjetas de crédito. Se mueve en estereotipos y paradigmas. Reconoce la belleza en la belleza misma. Y el mar lo ve más grande que en la adolescencia. Deja para mañana lo que puede hacer pasado mañana. Construye y sigue utopías y revoluciones. Reflexiona sobre el origen y se mueve entre Adán y Eva y la evolución. Se pierde en el laberinto del pensamiento humano, discute filosofía. Los fines de años hace proyectos de futuro, los que olvida entre febrero y marzo. Propone cambios sociales desde el café y firma peticiones virales en internet. Olvida los paraguas, pierde las llaves. Un buen día ama. A plenitud ama. Y cree que es para siempre porque se habla de amores eternos. Y baja a la tierra de manera abrupta. Y sigue esperando el amor. Pierde el trabajo. Encuentra otro en el camino. Y cree en Dios o no cree. Y se da golpes de pecho tres veces en el yo acuso. Y no siente la viga en el propio ojo. Dona céntimos para buenas causas. Manda 10 dólares al extranjero porque adopta a distancia. Escribe sus memorias. Lleva clases de amar en 10 lecciones. Y canta a todo pulmón que no es lo mismo amar que ser amado. Un buen y luminoso día coincide en un punto con la muerte. Y se va sin decir adiós. Renace nube, agua o hierba. A veces en animal. Es un juego decir de la resurrección. Creyó tener siete vidas como el gato. Y ahora yace polvo en una tumba de cementerio rodeado de jardines o hierba crecida como mal monte. De vez en cuando alguien por algún tiempo le lleva una rosa y derrama lágrimas.

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