I

Es algo extraño pero sucede. Había viajado en sus sueños durante mucho tiempo. No precisamente en imagen nítida, y ni tampoco de manera completa y concreta. Era una sonrisa, un aroma fresco, una palabra o simplemente la ilusión de la mirada. Como si fueran piezas de un rompecabezas. La historia para cumplirse como una profesía debía correr muchas circunstancias en ambas partes. 

Habrían de darse las circunstancias de modo, tiempo y lugar, de tal manera que un futuro en años fuera posible. Para todo eso es preciso que sucedan viajes, cambios de ruta, detenerse en un lugar. Emprender de nuevo el camino. Vislumbrar un futuro, que tiene como brújula un lugar más allá de las montañas. Una verdadera maraña de ideas, solo que de dos que coincidirán en un punto años más tarde, se van orientando y acercando imperceptibles de tal manera que basta un instante del futuro para que se de ese milagro. Sí, como un milagro. 

Hay una extraña leyenda que tiene como nombre el hilo rojo. Y refiere que dos personas cuando están destinadas a encontrarse, lo harán a pesar de las circunstancias, de las dificultades, de los obstáculos, de que parezca que siempre no, y siempre sí, en un momento determinado, en una sala de autobuses, en una sala de hospital, incluso en una relación de enfermo-enfermera, de litigante y acusado, o en la espera de un rait en una carretera apartada de la ciudad. Sean las circunstancias como fueren, ha de suceder.


II

¿Y para dónde? Para Chiapas con su abrupta serranía. ¿Y para dónde? Para Oaxaca y su agreste campo y empinadas montañas y lomas y más lomas. Apenas se divisan los caseríos. Va un hombre, de mediana edad. Va en caballo por el camino angosto. Otro hombre, apenas muchacho, está sentado esperando. No sabe qué, pero espera. Hace dos horas empezó el camino por donde le dijeron apara orientarlo tan pronto llegó a la central de autobuses. Una mochila estudiantil se miraba a su lado. "Hey", le gritó a manera de saludo el hombre del caballo. "Epa", contestó el muchacho. "¿Que´esperas?" "Un camión que me lleve a Villa Mazunte". "El camión pasa solo los lunes y viernes. Y apenas es martes. ¿A qué vas a Mazunte?" "Soy el nuevo maestro de escuela". "No pos sí, nunca ibas a llegar así, sentado. Son doce horas a caballo. Súbete". "¿Y será que aguante?".

Y así continuó el maestro Alberto el camino, en ancas, rumbo a su destino: una escuela en un pueblo de 500 habitantes, cercado por una cadena de cerros entre medianos y altos. Todos parte de la montañera sierra madre del sur. Van platicando. Van ambos contentos. El uno por llegar. El otro por llevar al nuevo maestro. Hacía ya como dos años que no llegaba maestro alguno. Sí, habían llegado. Pero no tardaban. No se hallaban, lejos de su familia. Y había que quedarse hasta las vacaciones. Y estaban acostumbrados a dormir en cama con sábanas y a comer de otro tipo de alimento. Gracias a Dios hay familias que son hopitalarias y más con los maestros. Pero unos maestro ni así se quedan.

III

Muchos años después, y muy independiente a lo que sucedía en Mazunte, Oaxaca, una muchacha delgada, alta, entraba a la escuela Bachillerato-Normal Centenario Ignacio Manuel Altamirano. ¿Soñaba ser maestra de escuela? Quizá sí, quizá no. O no precisamente. A esa edad el futuro se mira fácil, color rosa. Y cualquier carrera es buena. Porque entran a la preparatoria y luego a la Normal, al igual,  compañeros de la secundaria. Y el ambiente se hace más fácil. Y tiene uno cómplices de amistad. Y los coqueteos son sencillos, naturales. es la edad de la adolescencia, los grandes sueños juveniles. 

Bien se dicen que los puntos del pasado se unen con el futuro, no con el presente. Porque si así fuera, entonces no habría incertidumbre, que es lo que le da sentido a la existencia. Si se supiera que haciendo una cosa se logra otra, o bien si se estudiara algo pensando en todo lo que va a suceder con ello. Y no. Si se estudia con pasión por gustar lo que se estudia es muy bueno, es excelente, es de lo mejor. Si no, comoquiera. hay que seguir el paso de los días. Que lo que venga ha de venir.

IV

¿Y nos olvidamos del joven maestro de Mazunte? No. Lo dejamos trabajar. ya contaremos después. Él no había querido ser maestro de escuela. Sin embargo le gustó la aventura desde que era estudiante. Sabía que iba a un pueblo rural. Recuerda que sus maestros les repetían que la carrera de maestros no es para hacerse ricos. Mas no importa. Pero encontró buen ambiente en los distintos grupos de muchachos que les gusta el deporte, la música y la política. Allí entretenía en los tiempos libres. Y tuvo una novia. Bueno, dos o tres. Pero más bien una, a la que según su decir, nos cuentan, amó mucho. amor de estudiante.


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