Solo el amor alumbra

 1. Es normal lo que nos sucede. Digamos el paso del tiempo y esta extraña sensación de madrugada, la voz se niega a salir en el sueño. Entonces despierto y es en el sueño mismo. Sigo durmiendo. 

2. Seguir durmiendo puede ser en las dos acepciones. Tanto en ese estado de estar desconectado al mundo exterior y el cuerpo y cerebro, dicen, en ese ensayo de estar muerto. Y luego despertar de madrugada o ya en la mañana, según como corresponda y entrar en las relaciones de prisas en el día a día. Sin brújula. O estar durmiendo metafóricamente, que es ese andar despierto pero como zombi. Es decir sin conciencia de ser humano, y por lo tanto indiferente a los problemas sociales.

 

3. Porque si no, entonces, incluye el sí y el no como detonantes ambivalentes. Y el entonces funge al final como reto para vislumbrar respuesta desde la imagen y semejanza de que somos en nosotros. Descansar en el sueño es una función fisiológica. Dormir es esa función. Se recuperan energías. A menos que se sueñen pesadillas donde te persiguen monstruos, serpientes venenosas o eres abandonado. Y la soledad inmensa te cerca.


4. Siempre seguirá el debate si lo posible forma parte de un futuro hipotético. O si fuera del tiempo forma parte de la imaginación porque si no, es la imaginación viva la que nutre al sueño y anhelo de todos los hombres. Antes de todo, la imaginación. El vislumbre de que todo es posible. Incluso el imperativo del amor aún entre la lluvia de piedras y flechas. Es allí donde suena una vieja canción en la radio que relata la historia de amor en tres minutos. Y es entonces que la nostalgia es también sueño.


5. "Nos hemos perdido como pájaros ciegos", dice. Y ha sido por las prisas. Por la falta de risas. Porque no dejamos migas de pan para saber del regreso. Porque nadie nos dijo nada del final de los tiempos. Porque creímos estar en otra historia. Porque el premio era una zanahoria. Porque no miramos más allá de nuestra nariz. Y creimos que no afecta para nada a uno lo que le sucede a los otros. Como si fuéramos islas, que no lo somos.

 

6. Errabundos en los caminos, en la búsqueda de asideros para con la vida. Sea a veces una palabra de amor mil veces pronunciada, una sonrisa con motivos, la flor en plenitud, el recuerdo grato, la fotografía de la abuela bella, el libro ajado, aún abierto con lectura interrumplida, la lagrima detenida. Errabundos buscando la próxima salida que conduce hacia no sabemos dónde. 

 

7. Mas es al final la luz. Nos alumbra desde siempre. El rostro y la posibilidad de mirada. La letra comprendida es la luz. El beso de tornillo. La chispa que brota del ritual orgánico de la fricción del pedernal. La carne abierta como flor de sangre. El esqueleto en movimiento es la luz que irradia en las buenas intenciones. Es el amor que brota en el campo y se fuga a al ciudad. Y no hay retorno.  Purulentas relaciones en la ciudad que se sostiene en el esqueleto del consumismo, el egoismo, la vanidad y el individualismo.


8. Aquella vez del si y no, entonces no condicionemos. Mientras esto sucedía las manos se encontraron para dialogar entre ellas al puro roce en la caricia. Y fuimos felices con los ojos cerrados y abiertos. Captando las imágenes que nos representaban sin condiciones. Las luces artificiales, las luces de neón fueron solo caricaturas. Las luces verdaderas irradiaron de nosotros. 


9. Fue entonces que llovieron piedras. "Al amor hay que matarlo", gritaba enfurecida la turba. A veces aprovechaban el descontrol, el desatino y se erguían para poder mejorar la puntería. Ese fue nuestro destino desde entonces. Y la pesadilla era la vida misma. Solo el amor salvaba como destello de que algo humano estaba presente.

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