Talleres por todos lados

1. Frente a mi casa hay clases de futbol para niños. Cada tarde se reúnen niños entre cuatro y doce años, a quienes se les agrupa por edad. Y tienen tres maestros de ese deporte. Los padres llevan a sus hijos. Son clases particulares. Pagan una módica cantidad de 200 pesos semanales. Y busco con la mirada entre ellos a los niños más pobres. Y no están. A veces pasan caminando y se detienen a ver sus compañeritos de edad, cuyos padres sí pueden pagar esa mínima cantidad.

2. Necesitamos talleres por todos lados. De cultura, arte o academia. Prácticas de deportes. Niños jóvenes, adultos, ancianos, tengan esa posibilidad durante dos horas por la tarde. Llámeseles como se llame: semilleros creativos, células de aprendizaje, clubes de desarrollo, etc. Esas dos horas aparte de sus horas de clase o de trabajo. Esculpir en ese lapso de la tarde al ser humano mediante prácticas.

3. Ha de ser una verdadera revolución educativa. Que el tiempo libre sea ocupado en desarrollo personal. En crecimiento espiritual. No hay de otra. Si seguimos haciendo lo mismo, se obtendrán los mismos resultados. De los que ya sabemos. De los que estamos hartos. De la involución que está junto a nosotros y en nuestro frente, como destino fatal: asaltos, desapariciones, corrupción, feminicidios, indiferencia social, etc.

4. Necesitamos revolución de las conciencias. La real y verdadera. Necesitamos un despertar histórico. Que en cada casa se perciban los cambios. Que cada persona tome conciencia de la necesidad de ser mejor, para alcanzar armonía y tranquilidad.

5. Clubes de debate. De cine. De pesca. Talleres por todos lados. Talleres de oficios. Donde cada quien aprenda cada día algo. Que ese aprendizaje sea el motor de su vida. En el inicio su aprendizaje. Y el resto de su vida en su práctica que le reditúe ganancia. Dirán que estamos locos al escribir este texto de taller por todos lados. Por toda la geografía. Por los cuatro puntos cardinales. Perp creo que hay de otra. Pero locos no se les llama a quienes siguen la inercia del camino equivocado.

6. Es un común decir que si quieres resultados diferentes, habrá qué hacer cosas diferentes. Es común, pero es cierto. Claro, talleres no obligatorios, pero sí vinculatorios. ¿Con qué? Con la necesidad de vivir mejor. Talleres de todo tipo: los ya conocidos de danza y teatro, de música y literatura. pero ampliemos el horizonte: talleres de yoga, de canto, de karaoke, de filosofía, de autoayuda, de belleza, de huertos familiares, de comida sana. Que sea la oferta tanta, que cada quien encuentre el propio.

7. Sí, talleres de fútbol, de encuadernación, de fisicoculturismo, de atletismo, de mermelada y panadería. Del que se nos ocurra y mande. De electricidad, de plomería. De ajedrez y sastrería. De fotografía. de composición de canciones. Talleres de digitalización. De podscat. Delocución y hablar en público. De caricaturas. De peluquería. De la industria del vestido. Todos a enrolarnos en algo. La sociedad necesita que ocupemos nuestro tiempo libre en algo productivo y recreativo.

8. Talleres como una necesidad de sobrevivencia. Como una manera de detener la violencia. Como utilizar el tiempo libre en algo que nos satisfaga y guste. Hacer lo mismo que hemos hecho por décadas nos está llevando por el desbarrancadero. Puede parecer una exageración. Pero miremos a nuestro alrededor. Observemos las consecuencias de esperar que todo se resuelva de manera fortuita. Nadie va a venir a salvarnos. Solo el pueblo puede salvar al pueblo.

9. Talleres y clubes hubo en mi secundaria cuando yo estudiaba (1973-1975). Y había de cocina, de banda de guerra, de música, de dibujo, de carpintería, de jardinería, de mecánica. Y algo aprendimos en varios de ellos. Porque nos podíamos cambiar cada seis meses de uno a otro. Había una dinámica escolar que nos mantenía con entusiasmo y en actitud de aprender. Había clubes de declamación, de oratoria y de periodismo, de basquetbol.

10. Cuando miro noticias sobre talleres. Cuando leo sobre sus muestras pedagógicas. Cuando escucho con entusiasmo a quienes los coordinan. Cuando escucho a los talleristas y miro su entusiasmo. Cuando me entero de nuevos proyectos de talleres de cualquier tipo, me alegro. Debe ser una política nacional. Bien recuerdo que en 2017-2018 hubo un intento de horas libres para organizar talleres en la escuela. siempre hay una esperanza. Lo contrario es cruzarse de brazos y esperar resultados siguiendo la inercia de hacer lo mismo. Y pues eso no, ni nunca.



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