A veces escribo mi texto en el teléfono

1. La opción que tengo si se descompone la computadora, si me la roban o se me pierde, es escribir en el teléfono. No es lo mismo, pero no me queda de otra. Ya he comentado que no escribo a mano y admiro a quienes lo hacen.

2. El teléfono ha reemplazado a muchos equipos funcionales de antes. Por ejemplo, yo rechazaba comprar teléfono con cámara o no me importaba la cantidad de pixeles. Argumentaba yo que el teléfono es para hablar y escuchar, para comunicarse. Y la cámara para toma de fotografías. Y ya me ven tomando fotos con la cámara del teléfono. Sí, ya sé que no es lo mismo. 

3. Pero ha reemplazado la calculadora, el calendario, el archivero y el reloj, aparte de muchas cosas más. De la cámara fotográfica, ni se diga. Ahora anda también reemplazando la biblioteca. Sí, ya sé que todo eso es irremplazable. Así lo he pensado yo, pero ya ve, aquí ando guardando libros en formatos pdf o ePub.

4. Tiene brújula y nivel también. Cuando ando desorientado, y yendo al Norte me encuentro en el Sur, entonces sacó la brújula del teléfono y pongo señal de que el Norte es rumbo contrario a donde he ido. Si quiero nivelar la lavadora que traquetea sin una pata, y le pongo un pedazo de ladrillo abajo, entonces sutilizo el nivel.

5. Yo tenía 12 años y cerca de mi casa había cursos de capacitación para adultos en el preescolar 20-30. Eran por las tardes. Y yo, curioso, me asomaba por la ventana para ver a las muchachas veinteañeras y algo más frente a una máquina de escribir. Así por varios días. Hasta que la instructora me invitó a entrar y practicar en una máquina. Recuerdo los primeros ejercicios: planas de qwerty-espacio- poiuy.  Cada letra con un dedo. Y luego las siguientes de la linea de letras de en medio y las de abajo. 

6. Sí, había chicas a las que al reír se le hacía hoyitos en las mejillas y eso me motivaba más a llegar. Pero yo no me distraía y en tres seis meses me entregaron mi constancia de mecanógrafo, y la extrañeza para el público que entre las adultas, me entregaban mi documento en ceremonia oficial. Yo apenas andaba en los 12 años. Y desde entonces la máquina. De primero eran máquinas que mi papá me conseguía prestadas. Yo le decía que la tarea me la habían pedido a máquina.

7. Hasta que a los 14 años la señora Tencha, de la Colonia Jardín, con la que trabajaba de hacer mandados, entre ellos depósitos la banco, me compró una de marca Brother, americana, y yo se la iba ir pagando con descontarme en mis pagos semanales. Le agradezco que a la mitad me dijo: ya con esto está pagada. Y me regaló la deuda de la mitad. Hace años ella murió, y yo siempre agradecido.

8. Me resistía a escribir en el teléfono. Así que en mis viajes siempre cargaba con mi computadora. Pero una vez fui a México de ida y vuelta, claro, sin ella. Solo que por asuntos de trabajo me dijeron que me quedara una semana más. Es decir, había otra reunión de trabajo separada por dos días. Y se acordó que me quedara para ahorrar tiempos de viaje y boletos de ADO. Así que haciendo de tripas corazón empecé a escribir en el office de mi teléfono.

9. No, no es lo mismo. Solo que no teniendo otra manera de resolver mi inquietud por escribir, empecé con mis dedos grandes a escribir en las teclas pequeñitas del teléfono. Se me enredaban las letras, el autocrrector me cambiaba las palabras. Y si bien era ininteligible el texto, poco a poco me fui acostumbrando. Sigo prefiriendo el teclado de la computadora y su pantalla. pero no habiendo de otra, escribo también en el teléfono, acompañado de un café de casa.

10. ¿Qué más ha reemplazado el teléfono? reloj, despertador, mapas, videocámaras, linternas, y ya dijimos que hasta el televisor, recepcionista, banca, máquina de escribir, laboratorio fotográfico, cuaderno, tiendas, etc. pero hay algo que nunca podrá reemplazar. Imaginémonos qué, aparte de la propia imaginación.

11. Ayer salimos de casa. Yo salí antes y mi familia después. Lo cual impele a guardar cosas de valor que están a la vista. Hoy en la mañana como todos los días me levanté tan pronto amaneció. Hice mi café . Y me dispuse a pergeñar las tres o cuatro cuartillas diarias como entrenamiento permanente para no sé qué competencia. Y la computadora no estaba en el sitio que la dejo. La busqué como un ladrón que busca joyas. Y nada. Así que me resigné a escribir en mi teléfono el texto de hoy. 

11. 



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