Hay de burbujas a burbujas

 Hay de burbujas a burbujas


1. Vives y vivo en una burbuja. Un nosotros es más certero.  El plural nos incluye. Aunque no nos demos cuenta. Islas somos que no integran un discurso colectivo. Apenas frases aisladas, inconexas. Apenas bisbiseos en una involución del lenguaje.


2. El amor de pareja es una burbuja que aísla. Y qué bien. Diría Amaury Pérez que con "dos que se quieran basta, los dos de la misma casta...", Por lo tanto no es mala dicha burbuja en sí. Pero nubla tu visión y crees que has encontrado la felicidad perfecta y que es para siempre. Tarde que temprano despiertas del sueño. Y te das cuenta del vacío que te rodea. Es la burbuja de colores. Impenetrable de por sí. Y no sales de ella a pesar de nuevos guiños, nuevos amaneceres. La oscuridad ha quedado grabada en tí como marca de vida.


3. Vives en la burbuja del lenguaje. Así sea de amplio el panorama, grande el globo de tu aislamiento. Y buscas conexiones con otras lenguas, semejanzas fonéticas. Y te das cuenta que la misma palabra del lenguaje que utilizas representa variantes que no comprendes. La Torre de Babel no son en sí las distintas lenguas, sino los distintos significados. Y el límite reducido de la comprensión personal ante el universo tan amplio.


4. Vives en la burbuja de las creencias. Donde crees ver con fe a un dios a semejanza tuya. Solo que otros vieron otras semejanzas más cercanas a sí mismo. Donde otros vieron castigos por los actos realizados, otros vieron pasaportes sellados y firmados desde el silencio abismal de las alturas.


5. Vives en la burbuja de las certezas. Y no te mueves un milímetro de ellas. Es tan cierta tu existencia, tan ciertas tus afirmaciones, que derribas muros imaginarios para levantar otros sin haber quitado los escombros. Las certezas de los otros son piedras lanzadas a tu nicho de seguridad. Y te defiendes de la misma manera. Cada quien tiene el puñal de la desgracia forrada con certezas para lanzar puñaladas a diestra y siniestra, además muy merecidas según el punto de vista personal.


6. No son las frágiles burbujas de jabón. Son de un material duro en extremo con apariencia de fragilidad. No puedes salir de ella ni invitar a que entren a ella. No se cierran ni se abren. No se ocultan ni se muestran. No se destruyen, pero sí se crean. Son impermeables a todo material objetivo y subjetivo. Permiten mirar apenas a través de ella con la distancia apenas que sobrepasa el tamaño de la nariz.  Tiene nombre y apellido. Tiene edad y demás datos personales.


7. Vives en la burbuja del fan. Para el fan no hay mejor religión que la que practica. Ni más equipo deportivo que al que él es afecto. Parece chiste o en todo caso fuera de toda lógica. Pero se aferra a esa verdad personal, a esa certeza de que es así, que parece ridículo. Viaja kilómetros sin dinero para estar en ese partido. Empuja para entrar primero. Falsifica boletos de entrada o los compra en reventa aún que se deje de comprar zapatos o no pague la renta. Si el otro le dice que está equivocado (aunque lo estén ambos) toma el cuchillo y tasajea al hereje que contradice sus certezas. Tiene que ver con ideología, religión, deportes, cantantes de tres notas, etc.


8. La burbuja es nuestro confort. Es como si estuviéramos en el vientre aún. Y como si tuviésemos la potestad de no salir, de quedarnos allí. Como estar en La Caverna de Platón, seguro que la realidad  de las sombras proyectadas es única y es como la vemos e interpretamos nosotros. No es tu punto de vista, es la certeza de que las cosas son así, y al que no lo acepte y menos lo crea, fuego eterno, previo señalamiento de equivocado, unos años al cepo, y de ser posible a como lo decía Porfirio Diaz: encierro, destierro o entierro. Nadie escapa al castigo por no estar de acuerdo a las certezas de los otros.


9. La ingenuidad también es una burbuja. Es la burbuja de la inocencia. La de ser sin estar o viceversa. Es transitar mirando todo en monocromo rosa. Es silbar sin sonido ni notas. Es el fantasma que pasa por la existencia sin dejar huella. Es la burbuja que espera el milagro desde gloria en las alturas. Es la del sin deseos ni anhelos. Es la de esperar que la lluvia no moje. Y mostrar con orgullo la sequía de las ideas.


10. La burbuja de la indiferencia es voltear para otro lado ante la desgracia de los otros, imaginando que a uno no le toca. Es criticar (criquicar, decía de más niña una sobrina) a los otros, al que baila, al que canta, al que ríe, al que da rienda suelta a sus instintos cobijados por la ley. Es el que dice: "¿y para qué traen niños al mundo?"  "¿Para qué se caso?", "¿para qué no trabaja?". "Es pobre porque quiere". Y critica la falda corta, el pelo largo, los colores pasionales, y da un céntimo al mendigo, y ciego él, le pregunta al ciego si así nació o fue ya de grande. Y nadie le pregunta a él sobre su ceguera, sobre su indiferencia. Hasta que llega un día que su burbuja es su piel misma y sus pensamientos están petrificados o tienen telfón aprueba de influencias de los otros. 


11. Pero hay de burbujas a burbujas. Y entre ellas yo prefiero escuchar con Juan Luis Guerra y sus 4.40, la de "Burbujas de amor". Y dice así: "Tengo un corazón/ Mutilado de esperanza y de razón/ Tengo un corazón/ Que madruga adonde quiera/ ¡Ay, ay, ay, ay!/ Y ese corazón/ Se desnuda de impaciencia ante tu voz/ Pobre corazón/ Que no atrapa su cordura/ Quisiera ser un pez/ Para tocar mi nariz en tu pecera/ Y hacer burbujas de amor por donde quiera..."  Ah, verdad.

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