Échate a ti la culpa de lo que pasa

 1. Echarle la culpa a los demás, decía ayer que es netamente humano. Aunque recapacitando es precisamente es una actitud inhumana. Y está por demás decir que florece con mayor algarabía, como naturalizando ese de yo no fui. Y los hijos, al vernos echar las culpas, siguiendo el ejemplo de casa, la aprenden tan bien. 

2. En el caso del cuento alegórico de "La culpa es de la vaca", las pieles maltratadas y rechazadas por el mercado, para echarle la culpa a ella, todos los responsables de cualquier parte del proceso, le echan la culpa al otro. Y van desde los acomodadores en los trailers, quienes la bajan y la suben, quienes las tratan con químicos en los laboratorios, vaya hasta el vaquero que la arría. Y como ninguno reconoce su parte en el mal trato y daño de la piel, finalmente la conclusión es que la culpa es de la vaca que se restriega con el alambre de púas o en los troncos de los árboles para quitarse la comezón.

3. Y hay muchos ejemplos de ellos en todas las relaciones humanas. Han llegado a consultarme parejas que tienen conflictos para ver si los encauso y sigan su vida de pareja de manera normal (con pleitos y reconciliaciones). Y los escucho con paciencia. Uno y otra se alaban a sí mismo sin saber -ni tan siquiera sospechar- que en boca propia esos halagos son vituperios. Y en el momento de acercarse a su fin el monólogo de las culpas, señalan con índice de fuego al otro. Mi intervención, aparte de escucharlos, es bordear el tema de que las culpas en pareja deben ser compartidas. Y en todo caso la convivencia para que sea pacifica debe ser el conjunto de cesiones, dominar al ego, encapsular el orgullo y la vanidad.

4. Como maestro de primaria aprendí que de dos niños o niñas que pelean, ninguno de los dos empieza por reconocer que es el culpable de iniciar el pleito. Cada quien desde esa tierna infancia, se va especializando, porque además llegan instruidos de casa, que el otro es el culpable. Y además hay algo que debe hacerse notar. De dos que pelean uno de los dos tiene mala fama, y es casi "natural" que el maestro tenga inclinación por no creerle. Y tanto peor si el niño es callado, y verbalmente se sabe defender menos en el debate sobre la culpabilidad ante el maestro. 

5. ¿Pero qué creen? Esos niños pasaron por la adolescencia, y como adultos tienen mayor habilidad para echarle la culpa al otro. Porque lo han practicado siempre. Porque no hay nadie que les dijera que la vida se vive con menos sobresaltos, paz y justicia si reconocemos la parte nuestra de culpa en los problemas. Así sea en la de hermanos y parejas de novios o casados. Así sea en la escuela, en el trabajo, o en la convivencia de vecinos.

6. En las diferencias de parejas (por no decirle pleitos y peleas) no importa quién tiene mayor o menor culpa. Lo importante al reconocerlo es un buen principio para llegar a acuerdos de convivencia pacífica. Mayor o menor (aunque no hay aparato que mida aún esa diferencia) no tiene importancia. Un "mea culpa" ayuda y mucho. Y eso se debe aprender desde niño. Alguien que roba en la escuela no dice que él fue hasta que lo descubren si es el caso, y lo seguirá negando aún que se le haya visto con "las manos en la masa". Esa es la importancia de los jueces en la vida adulta. Y el maestro la hace de juez en la escuela. Pero decía que estamos propensos a creerle al alumno que se comporta bien en contra del que se ha portado mal, aunque este diga la verdad, y el otro la mentira. Una injusticia de ese tipo, el niño jamás la olvida.

7. Hay un cuento magnífico no recuerdo de qué autor es, que se llama "El hacha". A un campesino le roban un hacha. Y hay un ladrón en ese pueblo. Así que cuando el conocido ladrón pasa por la casa del campesino, este lo mira y en él encuentra movimiento de cuerpo y miradas, señales inequívocas típicas de un ladrón, por lo cual está plenamente convencido que el reconocidoladrón es quien le robó el hacha. Pero esta vez no. Y luego cuando se descubrió que había sido otra persona, el viejo ladrón pasaba frente a su casa, y el campesino no encontraba en sus movimientos de cuerpo y mirada elementos de culpabilidad, siendo los mismos de antes que se supiera que fue otro el ladrón.

8. A veces las discusiones en casa son por motivos sin mucha importancia, como por ejemplo quién se comió el chocolate o el Gansito que estaba en el refrigerador. Y teniendo propietario, alguien lo come, y empiezan a echarse la culpa unos a otros. Y el que lo comió, sabiendo que no es de mucho costo, no dice que él fue. Y todo pasa y se olvida, hasta que se pierde de nuevo otro Gansito, Pingüino  o chocolate a los pocos meses. Y puede ser la misma persona u otra. Y siempre le echarán la culpa a alguien. "Pero yo no sabía de quién era". "Todo tiene dueño", me dicen. Pero yo no fui aunque me echen la culpa. Esta vez no. 

9. En lo macro y en lo micro. En las guerras entre países la propaganda de un lado y el otro de manera recíproca se echan la culpa. A nivel local entre vecinos, el culpable es el otro. Si andan dos perros con dueño en la calle, el excremento es del otro, no del mío (es un decir). Y entre gobiernos ni se diga; es lo común . Se cuenta que ante el rey Salomon llegaron dos vecinos riñendo por la raya límite de sus terrenos. Uno afirmaba que debía ser más allá, y el otro, lo contrario, cada uno defendiendo su ventaja de más terreno. Y Salomón, que era muy inteligente además de practicante del multiamor, a uno le dijo que trazara la raya, y como podemos imaginar la trazó a su favor considerablemente. Y Salomón dijo al otro: "tú escoge cuál terreno es el tuyo". ¡Oh, Salomón, instrúyenos en tu sabiduría!

10. Y entre todo ello está la canción de José Ángel Ferrusquía: "... Dile al que pregunte/ que no te quise/ Dile que te engañaba/ que fui lo peor/ Échame a mí la culpa/ de lo que pase/ Cúbrete tú la espalda/ con mi dolor/ Que allá en el otro mundo/ en vez de infierno encuentres gloria/ Y que una nube de tu memoria/ me borre a mí..."





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