Soñaba, Carlos
1. Soñaba, Carlos. Yo digo que soñaba. Andaba entre nubes y nebulosas. A veces en otros planetas. O en este, pero distintas ciudades, pueblos, comarcas, comunidades, caseríos. Anoche mismo andaba en un pueblo. Había pasado un leve sismo. Y de pronto estaba en un refugio fuera del pueblo. Era un conjunto de construcciones, hileras de habitaciones, como si fuera una escuela. Y cada habitación estaba llena de personas conocidas. Sobre todo relacionadas con el magisterio. Y específicamente con un sindicato. Pasé por varias habitaciones asomándome a su interior. Estaban atestadas de personas. Algunos me conocían. Había basura por todos lados. Las banquetas con basura en extremo, y destacaban, entre ella, corcholatas de refresco y cerveza. Vi una escoba y me puse a barrer. Era escoba muy pesada. Alguien me la cambió por una ligera. Y allí andaba yo barriendo, como un Cantinflas cualquiera en su película El barrendero. Todos me miraban, entre sorprendidos e indiferentes. "Tonto", "protagonista", creo leer en sus cabezotas, mientras caminaban entre inmundicias o permanecían sentados, como si nada, acostumbrados ya.
2. Soñaba, Carlos. No escuchaba críticas. Solo veía miradas que podrían tener varias interpretaciones. La mayoría de una indiferencia total. Lo mismo que yo barriera o no. Le avancé con la limpieza de banquetas, de unos cinco salones. Solo eso. Nada admirable. Nada fuera de lo común. Pero sí se notaba la diferencia. Es necesario que hagamos con nuestros actos la diferencia, ante los indiferentes, me dije a mí mismo. Y me dije: "Despierta". Y desperté, aunque fue por breve momento. ¿Quien soy? ¿Dónde estoy? Las mismas preguntas de siempre. Las que no tienen o no he encontrado respuesta. Las que sofocan. Las que tratan de meterme en camisa de once varas. Las que tratan de encontrar el chaleco con mangas, o gato de tres patas. Salgo a caminar. Saludo. Me saludan. Decimos hola y adiós. Y seguimos. No. Estoy en la cama, despierto. Y tato de nuevo de conciliar el sueño.
3. Soñaba, Carlos. No sé si lo he conseguido. Creo estar durmiendo. Y el sueño me lleva de nuevo al mismo lugar. Solo que he dejado de barrer. Muy poco para la extensión grande de salones. Apenas un pequeño espacio está barrido. A nadie parece importarle. Tú hablabas de poesía, de crónica, de cuentos. Pocos nos escuchan. O al menos yo creía que nadie más que yo. Y algunos nombres más. Yo vi un pasillo largo, sin saber el fondo hasta dónde llegaría. Y caminé por allí, sin saber lo que hay más allá. Y precisamente luego de unos veinte minutos de caminar, que para una propiedad da cuenta de que es algo grande, me encontré con edificios perfectamente limpios, vacíos, y semi oscuros. Me detuve al ver un hombre joven, leñador, cortando con sierra árboles y dividiéndolos en partes más pequeñas según su uso. Trozos chicos para leña. Medianos para postes. Y más grandes como horcones para construcción de estructura de casas. ¿Que anda haciendo por acá?, me dijo, sudoroso, suspendiendo por breve momento su trabajo. Y él mismo se contestó con una pregunta. "¿Esa caso, el maestro nuevo de esta escuela?".
4. La escuela estaba abandonada. Las niños andaban por todas partes aprendiendo los oficios de sus padres. Todos los adultos a la espera que el gobierno mandara a los nuevos maestros, aunque fuera uno, por principio de cuentas, y darle sentido a la escuela nuevamente como antes. No respondí que no lo era. El nuevo. Pero tampoco dije que no, para ver hasta dónde llegaría la confusión, la incertidumbre. Lo dieron por hecho. Se acercaron otros hombres, que en el contexto actual de miedo por la violencia y las historias que se cuentan, me parecían, por su aspecto, maleantes, facinerosos. Pero no eran. Se alegraron que ya hubiera maestro. "Vine a conocer el lugar", dije, lo cual era cierto, más allá si era el nuevo maestro o no.
5. Sueño, Carlos. EL aserrador ya tenía varios montones de pedazos de tronco en diversos tamaños. Y una rectangular de madera muy limpio, como para hacer una mesa para diez personas. Y vio mi interés por ella. Me dijo: "escoja la que quiera, maestro". ¿Incluso esta?, respondí señalando el bello tablón. "Incluso esa y otras". Nosotros estamos para servirle. "Muchas gracias". Yo veía el lugar. El bello campo. La arboleda. En lo blanco y negro del sueño, miraba la luz que bajaba entre las ramas y daba un tono especial de contrastes de luces y sombras para la fotografía. Caminé unos metros para disfrutar el precioso paisaje.
6. Estos sueños, Carlos, me agradan. Son sueños recurrentes. Siento a veces que la diferencia entre lo que llamamos realidad y sueños es muy movible, borrosa. Que lo mismo para la existencia puede ser una u otra. Yo sueño que estoy aquí o allá. Que despertar es volverse a dormir y viceversa. El caso es que se acercó una señora medianamente joven, junto con otra medianamente grande. Bellas ambas, manifestándome su interés porque me quedara. Ya hacia años que no llegaban maestros a esa población. Las repeticiones de lo mismo en ideas y hechos de los pobladores, había logrado que el comportamiento fuera indiferenciado. Como zombis unos y otros. Nada de odios ni amarguras. Nada de amor. Nada de anhelos y proyectos. Como si fuera una visión catastrófica de futuro. Como si fuera un mundo nuevo, pero de individuos sin mirada brillante.
7. Yo no era el nuevo maestro, pero no me atrevía a decirles. No me atrevía a romper la esperanza que tenían. Una espera que era muy larga. Que ya había durado mucho. Una espera a la que la mayoría ya se había acostumbrado. Ya se habían resignado. Era el hombre ya en la naturaleza. Pero quedaban vestigios de humanidad. En el hombre que aserraba se nota la esperanza. En las dos mujeres -por demás bellas- se notaba que aún la esperanza de que hubiera circulaciçon de conocimiento, de ideas, de reflexiones, se mantenía viva, aunque lánguida. Yo no podía decirles que ese proyecto de educación para todos, de educación verdadera, ya estaba en el olvido. Quizá eso tuviera que ver con los sindicalizados en el refugio de los salones, viendo y viviendo en la inmundicia, indiferentes. Pero acuérdate, Carlos, que yo soñaba.
8. Vi la tabla, como de salvación. Un rectángulo de madera, bello recién cortado. Había que esperar que se secara. Yo lo imaginaba ya en mesa. Un comedor donde pudieran sentarse diez personas, en proporción de todo un pueblo. Diez por diez por diez. Y platicar de tantas cosas en la sobremesa. Esto lo imaginaba en el futuro. Lo más cercano posible. Le dije al aserrador que muchas gracias. Que era un gran detalle. Yo no había ido para ser maestro de esa comunidad mágica aunque real. Yo era solo un venadito que había pasado por allí. De un venadito que habitaba la periferia de la ciudad. No la serranía paradisiacaP pero que ya viendo esas miradas en ruta final del desahucio, aunque con esperanza. Viendo el trabajo del aserrador. Viendo a las otras personas que se acercaron. Dije que sí, que entre sueños yo era el maestro. Que en la realidad era el maestro. Pero yo soñaba, Carlos.
9. Se acercaron los niños, ninguno barrigón por lombrices. Los niños sonreían y estaban contentos que había ya un maestro. Tres generaciones habían pasado sin que la escuela funcionara. Mas, los que llegaban a refugiarse en los salones, por temblor o inundación, no decían que eran maestros. Mas la inmundicia en que estaba ese lugar era indicativo de tantas cosas que uno no quiere interpretar, ni decir. Es un sueño. La esperanza se contradecía con los maestros mismos, del sueño. Yo había barrido las banquetas de tres salones. No había mucho que hacer. Yo estaba como a doscientos metros, de esos mismos salones saturados. Y estaba viendo a la comunidad en su vida natural, como un paraíso.
10. Carlos. te cuento, por lo de la poesía. Porque son pocas personas con las que se puede hablar. Porque los sueños son reales. Porque lo real es un sueño. No hay mucho dónde hacerse. Yo escuchaba música de fondo en esas andanzas. Piano era. Música de piano. Combinación de notas que acompañaban lo lánguido, la desesperanza. el hastío. Yo despertaba y entraba a otro sueño. Y de este a otro. Y a otro. ¿Qué cosa es el despertar? Sino solo cambiar de escenografía.
(A Carlos Coronel)
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