El mariachi

Amo la música de mariachi. Desde mis años cuando niño escucharlo por la radio era mi goce. El Son de la negra, Caminos de Michoacán, Paso del Norte, por decir algunas canciones. E imaginaba a los músicos, dándole duro a los instrumentos. Escuchaba y seguía las notas del bajo, como estructura de base, que iba descubriendo. Ya en la secundaria formé parte de uno: Zamora y el profe Puente en la trompeta; Joel Garzón en el guitarrón; y las maravillosas cantantes en esa edad de la dulzura. Yo en el violín o guitarra; Candelaria en la vihuela. Y por las tardes el ensayo, para futuras presentaciones. Y fuimos a varias partes, con el traje negro bordeado y el sombrero de charro. Y por mi oído desfilaron en discos Chabela Vargas, Lucha Reyes, el mismo Cornelio Reyna y el Vargas de Tecatitlán, sin faltar eso, sin duda, la maravillosa vos de Lola La Grande. Así que ayer domingo, en una comida de amigos, a quienes agradezco, pusieron de puro gusto en la rockola canciones de Mike Laure y sus Cometas, y luego una hora de mariachi. Allí canté la que me queda menos mal, la Paloma querida. Y pedí que cantaran A mi manera, Cruz de Olvido y Paso del Norte. Ellos cantaron otras como Mujeres divinas. Y a mi me entró humo en los ojos, de alguien que cerca fumaba. En mis 40 y 15, sigo afirmando que la vida es bella, con el plus de la felicidad personal, que nace de muy adentro. Apuesto siempre al verdadero amor y a la amistad.

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