El hombre de rutina

Me da tristeza el hombre de rutina. No cambia ruta rumbo a su trabajo. Las mismas imágenes por las calles. Canta la misma rockola a la misma hora. Dice con permiso, gracias. Adiós. Y entra a la fábrica o al supermercado o la oficina de contable y se encamina al mismo lugar por las ocho horas acordadas. A veces creo que sueña piruetas sobre la playa o en un alambre; o de perdido caminar de espaldas o ir saltando. Y destilando risas con sudores transparentes. O tomar la servilletas y escribir un te amo, con la coma y el nombre respectivo. La rutina digo que es un cáncer. Salario por jornal para el pago de la renta, el colegio de los chicos y los abonos  para el banco. Me da tristeza mirarme en el espejo. Entonces voy a mi cuaderno y escribo unas palabras.

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