Los sueños y el vino

1. A veces me pierdo entre tantas personas. Como si me mirara en cada una de ellas y asumiera las mismas actitudes. Soy tú entre todas las sombras. Van con prisas y voy con prisas. Sudo cuando las pesadillas. Y tomo diez pastillas en el día, para ver si así sigo en sintonía con el universo. Me asaltan las certezas. Y dos o tres, muy apenas, las muestro como trofeos insignias de mi yo. Pero valoro más las dudas que me motivan a seguir indagando sobre lo que somos. "Me asustas con lo que dices, Toño", me confiesan los amos de las certezas.

2. Para despertar me digo entre mí que soy yo el dormido, y es entonces que por mí desfilan los sueños. Uno a uno. Son pasajes que no imagino me sucedan en la realidad. Corto un fruto, huelo una flor y busco afanoso cazar un animal. Para ello cargo mi arco y mi flecha. Y despierto y sigo siendo yo. Miro a mi alrededor: una fruta a mi lado y un apunte en dibujo de búfalos y bisontes.

3. Algo me conecta contigo. O más bien corrijo: algo me conecta con mis semejantes. No, no quiero que me tomen a mal. Conectado me refiero a que como especie andamos en los mismos afanes. Y despierto o en sueños tenemos sensaciones que eso ya lo vimos, aquello ya lo vivimos, o esa ciudad ya la conozco. "Son reminiscencias", me dijo uno. "Son anhelos no cumplidos", me dijo otro. Fui al diccionario de la RAE. "Reminiscencia": 1. Hecho de venir a la memoria lo que está lejano en el tiempo o casi olvidado. 2.  Recuerdo vago e impreciso. 3. En literatura y música, aquello que evoca algo anterior o denota su influencia. 4. En la filosofía platónica, teoría que se basa en la preexistencia del alma y defiende que nuestros conocimientos son recuerdos de otros adquiridos en existencias anteriores.

4. Hay quienes buscan significados a los sueños. Yo no. Los vivo como si fueran realidad. Es maravilloso encontrarse a madre o padre fallecido hace años. O un amigo al que casi no vemos. O dejamos de ver. O ya murió. O al amor de nuestra vida a quien besamos y acariciamos toda en esa posibilidad de los sueños. Yo no me engatuso con significados ni con la Ley de la atracción, la cual asegura con certeza que atraemos lo que anhelamos con fuerza. Yo anhelo, por ejemplo, sacarme la lotería nacional y sin comprar boleto.

5. RAE: "Anhelo": Deseo vehemente. Esta definición me gusta. Tiene ese sabor de la posibilidad, de lo probable. El ser humano está lleno de anhelos. Aún que considere no tener posibilidades de alcanzar o de cumplir. Me pongo a pensar en la existencia humana, como un cúmulo de anhelos y sueños. Reminiscencia de lo que fuimos. No en lo personal, como ese yo que me cabalga entre las generaciones, sino como especie humana, racional.

6. ¿Tienes preguntas por hacer? Es la pregunta. Cada quien hará la propia según el punto donde se quedó en interrogaciones su padre y madre. Y si estos hicieron la propia pregunta en relación a sus padres y estos a los propios y así cada vez más atrás. Hasta el punto donde no hay más atrás. Yo me pregunto si existo. Si hay vida después de la muerte. Si aquella que va caminando río abajo ya me olvidó. Si llegará la especie al comunismo primitivo o si la "racionalidad" del ser humano comprende la destrucción de la especie. Vi la película Opheinaimer, padre de la bomba atómica. Y me impactó la escena en la que hacen en prueba explotar dicha bomba en el desierto de Nuevo Mexico (o Arizona), y al ver positiva la prueba, con la explosión apocalíptica, exitosa, saltan de alegría como changos alegres por encontrar su banana. O como en el estadio cuando el equipo del que somos fanático anota gol.

7. "La respuesta está en el viento", me dicen. Empezando la clase de Filosofía antropológica, el maestro nos pone la canción de Bob Dylan "La respuesta está en el viento". Allí vienen las preguntas en la misma canción: ¿Cuántos años tiene que vivir el hombre para ser considerado como tal? ¿Cuántos kilómetros de mar tiene que recorrer en su vuelo la paloma (de la paz) para descansar en la arena? ¿Cuántas bombas tienen qué explotar en la guerra para que prohiban su uso? "La respuesta está en el viento", asegura el Premio Nobel de literatura 2016.

8. "¿Qué entienden por esa afirmación rotunda del poeta?", nos dice el maestro. Y allí sí cada quien interpreta. El viento se mueve, no descansa, se topa con la montaña y la rodea, el viento es vida, remueve el polvo de las casas, acaricia nuestra cara, se enfurece y tumba lo mismo cabañas que altos y altos y altivos edificios, hunde barcos en borrasca, mueve veleros, etc. Cada quien con sus conceptos. Y si dicen que la distancia en el amor es como el viento, entonces entendemos. Andamos zarandeados por el viento que nos arrastra como hoja seca, de un lado a otro. Hasta que nos llega el fin: cadáver dentro de un ataúd. Restos, dice la narrativa.

9. Me pierdo entre tantas personas. Llegaba, ya lo dije, a un lugar, sin conocer a nadie. Y me sonreían. O me preguntaban que ¿de dónde viene usted? Y mi respuesta era repetitiva: del mismo lugar de donde venimos todos. Y se reían, porque creían que yo me estaba burlando de ellos. ¿Qué importa el lugar específico, la familia específica, la miseria moral específica? ¿Qué importa la diferencia secundaria si en esencia somos lo mismo, polvo, barro, carne de carnicería, carne de cañón, piezas ensambladas de una fábrica, piezas ensambladas en una sociedad, cerebros conectados recibiendo impulsos eléctricos, iguales para todos, virtualidad en el cosmos, existencia plena aunque fugaz. "¿Ya se dio cuenta?", escuchaba que decían tras de mi: "está loco, ¿verdad?". 

10. Desperté luego de un sueño. En el sueño yo quería dos chiles dulces para poner al caldo de pescado. Pasé por la casa de un compadre. Me asomé por sobre una barda un poco más de mi altura, la cual alcancé parándome de puntitas. Se veía un amplio patio, con árboles frutales, y las ramas de algunos ponían a la mano su fruta de lado de afuera de la barda. Cogí unas suculentas mandarinas. Vi de aquel lado sentada plácidamente la suegra de él. Lograba ver en ella una sonrisa de beatitud. "Pasa, Toño", me dijo con volumen suficiente para que yo escuchara. Le dije lo que quería. Salió al patio el compadre. Nos saludamos con efusividad. Da gusto ver a los amigos. Le   dijo ella lo de los chiles dulces. "No hay", me dijo y mis sentidos me engañaban que sí tenía, porque me imaginé verlos. Y el "no hay" era verdad. A cambio cortó de unas parras un racimo de uvas grandes, listas para lavar y comer. Yo interpreto el sueño como que era vino. No sé.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

De cartas

¿Por qué así, señor periodista?