Dales el día

1. "Dales el día", fue la orden. "Que se queden en su casa a hacer lo que siempre hacen". Así dieron las órdenes. No importa dónde, no importa cuándo. Ni quien. Todo fue para conmemorar el Día de la mujer. Que bien lo merecen. Lo tienen bien ganado. Que platiquen entre ellas sobre el tema.

2. Y no importa el lugar donde se dijo. Entre toda la gama de pareceres. Entre todos los aconteceres por ocurrir en esta fecha. Sumada, por qué no, a los días Naranja, que es todos los veinticinco de cada mes, para poner en el escaparate, y a la vista de todos, la violencia contra ellas, y todo por su condición de ser, la mitad humana distinta de ver el mundo desde otra perspectiva.

3. Doña Juana vendía. No sé si la recuerdes en Villahermosa. Nada sé de su vida cotidiana, más que la venta que hacía de "paaaastelitos de carne y queso calientitooooos". Se le veía gritar en su pregón sobre lo que ofrecía. Un delicioso bocadillo para acabar con el hambre o un gusto, fueran de uno u otro relleno. Se le veía limpia en su pobreza. Afanosa ennsubtrabajo. Se le veía recia en sus decisiones. Fuerte en su voz. Perdón que tome el nombre y su imagen. Es más como homenaje a su lucha diaria. ¿Y por qué trabaja usted?", alguien se atrevía a preguntar. "Pues ni modo que por gusto. Que hay hijos por mantener". Comentaba a veces del marido ausente.

4. Afuera de la fábrica miraban los trabajadores a diario el puesto de tacos de guisado de Doña Ernestina. "Tina", para los de confianza. Andaba ya en sus 64, bien vividos, decía ella. Desde las 5 ya estaba bien puesta, con su mandil y sus cabellos recogidos. Una dentadura sin muelas que se asomaba en su sonrisa. Y al llegar los trabajadores le iban pidiendo el casero desayuno, y a eso de las 10 de la mañana terminaba. Si eran de entre 6 y 8 guisados, y todos siempre recién guisados, uno imagina la madrugada en sus trajines, quizá desde las 2 am, casi a tientas encendiendo la luz y la estufa. Y empezar el día porque no hay de otra. "Tres veces ya me han asaltado, y sin muchachillos", al terminar mi jornada", suele contar a veces. Y la.miramos cuando pasa algún indigente y ella les invita refresco y tacos.

5. Yo las miro pasar por mi casa. En los horarios de entrada y de salida de las escuelas. Van con sus hijos e hijas. Si son de los chiquitos, los llevan de la mano. Y una hora después vuelven a echar el viaje de nuevo si a la vez tienen en primaria. Ya no es como antes, que todos íbamos solitos a recorrer las cuadras de entre la casa y la escuela. O los kilométricos caminos en el campo. Y las miraba también cuando son trabajadoras de casa, que ayudan en lo doméstico, y les toca también llevar a los niños a la escuela, porque su madre -de los niños- es la doctora, contadora, maestra o licenciada que trabaja .

 6. Yo las vi de compañeras de escuela, cuando llevaban a sus hijos a sus propios grupos o al de compañeros. O antes de irse los pasaban a dejar en la casa de los padres o hermanas, para que estas los llevaran. O a casa de una amiga solidaria. O fueron maestras de sus propios hijos, y su corazón sufría al tratarlos como alumnos, no como hijos, que andan siempre con ese remordimiento. O que no iban a los eventos en los días en que ellos cantaban, bailaban o declamaban, por tener el evento en la propia escuela. O porque les negaban el permiso de acompañarlos. "Maestra, yo también tengo a mis hijos".

7. Yo las miro en las redadas nocturnas, cuando sale su foto en la última plana del periódico, ellas tapándose la cara, por la pena. En la primera plana sale la presidenta, la senadora o la delegada. Ellas no tienen la culpa de salir en una u otra, son las condiciones de familia en las que nacieron. Solo que los mirones criticamos la indiferencia de una u otra, cuando esto pasa. Muchas de ellas son solidarias. Cuando lo que se mira es lo distinto del destino, que en la práctica son oportunidades distintas. Lo mismo si es rentante de casa o si es propietaria.

8. ¿Estado civil? Es la pregunta que les hacen para ponerles etiqueta de soltera, viuda, divorciada, casada, como si fuera obligación una u otra. ¿Y tú cuándo te casas? ¿Y cuando viene el hermanito? ¿Y cuándo vas a tener un hijo? Son preguntas de presión social que en todas partes imprudentes les hacen. ¿Te vas a quedar para vestir santos? Como si fueran mitades. Como si no fueran completas. Viene la respuesta ágil: "mejor sola, que mal casada". O "mejor sola que mal acompañada".

9. Yo llevo en mí a mis abuelas, madre, esposa, hijas, hermanas, amigas, sobrinas, cuñadas, primas, tías, maestras, chamanas. Las llevo en mí como recuerdos, memoria, amarras, como flecha para mi defensa, como miel para mis penas, pomada para mis heridas, ángeles que me salvan. Han sido mi aliento, motivo de sonrisa, hombro para mi llanto, oído para mi palabra. Y he tratado en lo posible de corresponder de manera recíproca. Las llevo en mí porque nada soy sin ellas. Y cómo no recordar a mis compañeras de trabajo en todos los lugares por los que anduve. A todas las bien recuerdo. Todas ellas excelentes y solidarias, colaboradoras sin falla. He tenido jefas de trabajo, y a todas ellas también les digo gracias. De alma a alma. De corazón a corazón.

10. Me gustaría nombrar a todos los oficios donde ellas ocupan su tiempo laboral, para ganarse el pan y la sal. Y sin duda en primer lugar, por lo no reconocidas, o poco valoradas, las que trabajan en casa, sea en la propia o en otras, para llevar el pan a la mesa de su casa. Si lo intentara yo, hacer la lista de oficios y profesiones varias, dejaría fuera alguna. Por eso pensemos en todas. Pero espere. Espere. También hay cosas que pasan. Dolorosas, atroces, indignantes. Las mujeres que destrozan sin misericordia, y en pedazos acomodan en bolsas negras y tiran en los contenedores de basura, tiran en la laguna o el río, o a orillas de carretera o en caminos vecinales. Y también las víctimas de trata. Y quede el doloroso tema en primera plana.

11. Si no se piensa en ellas, en las dolorosamente asesinadas, en las con ácido de la cara quemadas, o con gasolina incendiadas, todo lo demás es mentira, todo lo demás es tragedia, y los eventos son simples farsas. Mientras tanto esto sucede, mientras tanto esto pasa, "dales el día, que se queden en su casa". Así se dijo en la oficina, para que las trabajadoras disfrutaran el día en su casa. Mientras tanto otras marcharán, valientes, con conciencia, por las calles. Y pasarán frente a tu centro de trabajo y casa. No digas "están locas". Porque ellas son las representantes directas que han luchado en la historia para el derecho al voto, el derecho a la jornada, el derecho a la educación y salud. Si no puedes acompañarlas no lo hagas. Pero apláudeles cuando pasen. Sus acciones son de buena causa. Y si no puedes aplaudirles porque te ven. Cuando menos haz algo por ti. No las critiques. Si es para criticarlas, mejor quédate callado y callada.

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