Sálvese el que pueda

1.Uno debe salvarse. ¿De qué? El problema propio es no saberlo. Creer que todo viene bien. Que nada tiene segunda y tercera intención. Sálvese de la mediocridad y del vacío. De no disfrutar los días. Las horas, los instantes. Todo gira alrededor, vertiginoso. Y el modo de vivir tan escandalosamente exigente, te quiere ver metido en prisas, pleitos, diatribas, enconos. Como si la misión en la vida fuera perder el tiempo en asuntos sin remedio y sin sentido. 

2. Salvémonos de la envidia. Ella carcome, no a los otros porque eso es asunto de ellos, sino a uno mismo al ver en los otros lo que queremos. Hay que salvarse de ella. A veces miras viajar a los otros y su sonrisa como mueca te avisa del vacío interior. No lo digas. Aunque sea cierto, te pueden acusar de algo tan simple: "es envidia que me tienes. O aunque no te lo digan, se lo piensan, te lo inventan. 


3. Hay que salvarse del pasado cuando ata. Vuelves atrás cada vez que se te antoja. Y deliras por los versos escritos y los besos de tornillo anidados en la memoria, tenue recuerdo, ya casi borroso. Bien lo bailado, bien lo vivido. Pero eso es echar marcha atrás. Es mirar permanente el retrovisor. Y como en las velocidades de lo autos, la reversa es solo para el uso en un tramito, lo suficiente para corregir el rumbo.


4. ¿Qué es la moda, si hay que salvarse de ella? Es aquella que se dicta desde oficinas en los pisos 35 de un consorcio. Y te dicen que debes vestirte así o asá, consumir tales productos de belleza. Y la patente sea de París en lo que a perfumes se refiere. "¿Ya viste aquellas botas hasta la rodilla? Son la maravilla". "Ya hice el pedido y me llega para el martes". "No, querida, no por Mercado libre". "Yo lo hago directamente de la tienda. Y me lo traen los chárter de los sábados con entrega de chofer en limousina".


5. Hay que salvarse de los amores con adjetivos, sean baratos, caros o eternos. Eso no funciona más que por intereses y tema de compositores bohemios. El amor es algo tan sencillo como amarte y amar sin restricciones, sin cadenas ni papeles. Y saberse que estamos en los lugares donde respiramos mejor así sea pasto verde en el campo, bajo una sombra o el acondicionado espacio para el descanso pleno en horizontal.


6. Uno debe salvarse de los ruidos. Evitarlos. Solo que a veces no los distinguimos. A veces son las canciones de cuatro notas y dos acordes (aunque no toda). A veces los gritos destemplados de las cosas y las causas. Los discursos de los hombres y mujeres de grises y negros que dicen salvarnos de una hecatombe mayor que su hecatombe. Los programas de radio y tv sosos, frívolos. Y las explosiones de júbilo en los estadios donde el circo es la proclama para repetirse el sí señor. O no me importa. Y a mí ¿qué? 


7. Sálvese quien pueda de los amores tóxicos y eternos. Unos transmiten angustias y preocupaciones. Se respira un aire irrespirable. Y los eternos son repeticiones de algo que ya se sabe, de algo que no requiere intuirse, sino que se presenta reiterado tanto lo bueno como lo malo, si se puede utilizar esa dicotomía. Y la miel de tanto saborearla nos resulta repugnante, con más razón la hiel y los reclamos. Además el amor es tantas cosas, y no solo el tema de pareja.


8. Sálvese de los falsos eruditos, esos sabiondos que creen saberlo todo y las certezas son su modo de relacionarse con los otros. Citan de memoria nombres revueltos de autores y de sus obras. Y no dudo que hayan leído tanto aunque no aprendido más de lo que leen, que ese es el secreto de la lectura para poder enterarse de lo que sucede a nuestro alrededor más allá de las narices. Pero ya está dicho que los tuertos son los verdaderos ciegos de los que no ven.


9. Sálvese de los caballos alocados que cabalgan sin rumbo, de los arcos sin timón y de los veleros sin veletas. Hay quienes pregonan que dieron y repartieron aunque muerden a ojos vistos la mano a quien les daba de comer casi en la palma de su mano. Hay ingratos, bien lo saben todos. Salvémonos de los curas del castillo que solo salen disfrazados para cometer sus fechorías. Hay curas rectos que se meten en la mar adentro para darse cuenta que uno solo pudo caminar sobre las aguas, perdónalos, señor por tanta arrogancia.


10. Sálvese del malagradecido. La peor peste.  Del bobo. Del incongruente. Sálvese de los tantos libros que nada dicen. De los poetas sin poemas. De los escritores sin libros. De los árboles sin fruta ni sombra que nos alimento y cobije. Sálvese de las aguas negras de la arrogancia. Del tufo del orgullo nefasto. De las mentiras disfrazadas de verdades. De los mansos corderos. De la corbata bien anudada como disfraz de altanería. Del arrogante. Del insulso. De los amigos y amigas, no me salves. Sean ellos mi motor, mi freno, mi contención mi compañía. Pocos y pocas. Pero buenos. De los libros tampoco me salves. De mi mirada alegre y la sonrisa fácil, tampoco.


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