De consulta


De consulta


1. "Penas del corazón ninguna", le dije de entrada al doctor. Y él sonrió prudente. Su consultorio es de color blanco. Tras de él, en pared tiene colgadas constancias y reconocimientos que lo acreditan como médico general muy actualizado. Y no es para menos. Proyecta tal vibración que tan solo al entrar uno siente que la cura ya empezó. Le entregué los análisis y los empezó a ver de manera lenta, revisando cada uno de los datos. Yo había visto como altos el colesterol y los triglicéridos. El azúcar en su máximo límite previo a la diabetes. El ácido úrico poco alto. Y la bilirrubina (que hizo famosa Juan Luis Guerra y su 440) en lo normal.

2. Ayer fui con el médico Márquez. No por dolencias, sino por chequeo preventivo. Uno tiene miedo de que haya algo oculto que nos quite de pronto la bella vida. Y más cuando nos enteramos que fallece algún joven a causa de infarto o trombosis o cualquier otra,  cuando todos lo veían muy sano, que es lo común del decir. Y uno tiene que asomarse a uno mismo y preguntarnos sobre lo que debemos hacer para cuidarnos. Y una de esas cosas es prevenir. Así que antes me hice una prueba para análisis clínicos, y con el resultado en las manos fui con mi médico e confianza.

3. Al Doctor Marquez, lo visité por primera vez una ocasión hace como 27 años cuando yo andaba afectado de estrés. No lo sabía. Solo que tenía síntomas de ansiedad. Sentía que me ahogaba. Sentía que alguien me ahorcaba. Y cuando andaba en el supermercado, tan pronto al llegar con el carrito de mandado a la caja de pago, sentía que mi codo me dolía. Hasta que me dije que esto no era normal. La gota que derramó el vaso fue cuando me desmayé en público antes de dar una charla. Al volver en mí me di cuenta que estaba acostado en el suelo, rodeado de varias personas, una con alcohol, otra con una coca, y otra abanicando un cartón para que me llegara aire. Esa tarde decidí ir con el doctor de mi colonia: el doctor Márquez.

4. Aquella vez hace ya casi tres décadas, luego de media hora de plática, de explicarle los síntomas, de preguntarme como veinte cosas (de dónde es usted, que si tiene familiares, en qué trabaja, qué lee en los periódicos, etc), me dijo que tenía estrés, mal de la época, y que me tomara una pastilla diaria de Frisium 10 mg. Yo le manifesté mi temor de volverme adicto. "No", respondió sonriente. "Una diaria en un mes y regresa para ver cómo sigue ". Al mes regresé: "Ahora va a tomar una pastilla un día sí y uno no, por otro mes". Y al mes volví: "Ahora ya no va a tomar ninguna, pero va a traer la cajita en su portafolio como un bastón psicológico de apoyo". Y nunca más volví a a sentir estrés desde entonces. Por eso al doctor Márquez le tengo mucha confianza.

5. Había como cinco personas para consulta en la sala de espera. Antes de que pasara  la señora de quien yo seguía, pasó una señora con su niña como de secundaria. No tardó más que dos minutos. Y un señor que seguía luego de mí, se sorprendió. Le dije: "yo tampoco voy a tardar, ya traigo los resultados. Los va a leer le médico y me va a decir lo que tengo y me va a hacer mi receta. Y listo". Pero qué cosa. El doctor y yo agarramos plática. Sobre el Covid, la vida, le recordé de mi visita hace 25 años, del Frisium 10mg que me recomendó. Y curó. "Buena memoria tiene", me dice. Me comentó de colegas de él que fallecieron en el Covid. De los efectos de dicha pandemia en los niños por el confinamiento: "atiendo a muchos niños por depresión", me comenta y agrega que es consecuencia de no socializar en la escuela cuando la pandemia del 2020 y 2021.

6. Yo sentía que estaba viendo una película del doctor charlando con un paciente. Ambos casi de la misma edad. Él, de Jalapa, Veracruz. "A mi llegada en 1985 no aguantaba el calor; ahora lo que no aguanto es el frío de mi pueblo", dice y ríe. Yo de Matamoros y siento lo mismo. Uno se adapta. Por la buena o por la buena. Sí o sí. No hay de otra. Comentamos de antes. De cómo el futuro nos fue alcanzando. De cómo hemos sido testigos de la vertiginosa carrera de la tecnolofgía. Del teléfono de disco y de que nos decían que habría celulares con pantalla para voz e imagen y de uso personal inalámbrico. De que escuché en secundaria que un día se pagaría con plástico. Y más cosas por el estilo. "Ya me imagino a usted de muchacho guardando plástico para el futuro", me dice.

7. Me explicó lo de mi colesterol y triglicéridos. "Nada grave". Y, didáctico,  sacó tres piezas de plástico como tubos cortados que semejan las arterias. Una sana, con todo su interior libre por donde circula la sangre. Otra con un poco de grasa simulada adherida. Y la tercera casi cerrada, con disminución de su canal interior a causa de la grasa, "a punto del infarto", me comenta. Me comentó de los niveles de azúcar. La medicina científica ha ido bajando el límite superior. Antes era de 120, aquí en la hoja del laboratorio lo marca 110, pero ahorita el límite superior anda en 100. No es capricho ni desorden. Sino que de acuerdo a experimentos y seguimiento a pacientes, van descubriendo que el límite no es a como está, por el deterioro que dicho nivel aunque lento lo sigue causando. Así que usted tiene 101, arriba de 100, aunque aquí diga que abajo de los 110 que este laboratorio marca como límite. Cuidado con los embotellados y el pan.

8. Pulcro en su decir, en su vestir. Prudente en sus comentarios. Motivador. La plática en confianza me permite decirle que ando emocionado porque estudio Filosofía. Me comenta que a él le gusta la Psicología y que esos conocimientos le ayudan mucho a diagnosticar a los pacientes. Me platica de la edad y lo importante para la salud que es estar muy consciente de ella y conciliado con cada etapa de la vida. Me comparto de la nostalgia de las cartas y la espera del cartero con la esperanza de recibir una. "Más si estamos enamorados y la novia vive en otra ciudad", le digo. "Claro, claro, a eso me refiero", me dice riendo.

9. Me pesa. Me pide que me ponga el termómetro en la axila. Me toma la presión. Peso pesado para las categorías del box. Temperatura interna normal. Con presión un poco alterada quizá por el café. Y cosas por el estilo. Saca la hoja para anotar los datos de nombre, edad y escribir el tratamiento.m: tres meses de pastilla diaria para colesterol y triglicéridos. Escribe en una vieja máquina eléctrica. Trae la caja de medicamento. Le pago la cantidad que me dice (cobra muy barata la consulta). Y nos despedimos no sin antes los últimos comentarios. 

10. "Ya le quité el tiempo con la plática", le digo. "No, al contrario, yo que me explayé con usted, maestro", me dice. Y de despedida le digo: "Doctor, yo sigo maravillado con funcionamiento del cuerpo humano y de los demás seres vivos. Como se arma en el cerebro el pensamiento y las palabras. Cómo capta el cerebro la luz del exterior para darnos datos de colores, formas, etc, de lo que está a nuestro alrededor. Cómo se efectúa el proceso de que lo que comemos selecciona los nutrientes..." "Un funcionamiento perfecto", me dice desde su sabiduría como médico de experiencia y en ejercicio de la noble profesión cuyo antecedente es Galeno e Hipócrates. No sé si el doctor Márquez me recomiende como paciente. Pero yo a él sí lo archirecomiendo como médico. Gran ser humano.

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